1- La duración:
Los comerciales comunes duran un máximo de 2 minutos; los infomerciales, horas. Ellos no buscan convencermos a la primera, sino después de un largo rato de hipnotización. Cuando comenzamos a verlos, pensamos: “¿esto es una broma?”, “¿estará hecho por el mismo director que La Rosa de Guadalupe?”. Pero después de 15 minutos nos han enganchado. Es ahí cuando empezamos a dudar si el producto realmente funcionará o si de verdad lo necesitamos.
2- La repetición:
El formato que maneja un infomercial es circular: lo que vimos al inicio se repetirá al final, una y otra vez. Aquí lo importante es que no se nos olvide qué es lo que contiene el producto, que los testimonios nos hagan pensar en si estamos en la misma situación, si necesitamos su ayuda, o si estamos dejando pasar mucho tiempo para llamar. ¿No les ha pasado que se van a la cama repitiendo lo que vieron inconscientemente? “Necesito nanoesferas”, “Necesito nanoesferas”.
3- La voz del locutor:
Quienes hacen estos videos siempre buscan a alguien que tenga una voz muy alegre, algo así como si Heidi de la pradera –ya madurita– les estuviera hablando: “Llame ya, no pierda más tiempo, cambie su vida”. Y conforme avanza el guión su voz, entre molesta y arrulladora, nos mantiene atrapados.
4- El antes y el después:
No hay nada que nos dé más morbo que ver las transformaciones que sufren las personas que dan sus testimonios en un infomercial. Podemos esperar hasta media hora con tal de ver el antes y el después. Esta parte es la más peligrosa, ya que si les creemos y los cambios nos parecen asombrosos: descolgaremos el teléfono y haremos el pedido. Si el resultado está mal editado se vuelve un show cómico: “jajaja, mira, su cara sobrepuesta con Photoshop”.
5- Hablan de cosas que no sabemos:
Todo lo que nos suene tecnológico nos conquista, ¿quien sabe qué es una “microcápsula inteligente”? ¿“Iones revitalizantes”? ¿“Flores de Trubilú del Amazonas”? Escuchar todo eso nos hace pensar en toda esa rimbombancia actuando a nuestro beneficio.
6- “Te devolvemos tu dinero”:
La oferta de ofrecernos probar el producto y “si no le gusta, le devolvemos su dinero” es muy tentadora. Nos hace pensar que no tiraremos el dinero por el caño. El problema es que cuando nos llega el producto y leemos las condiciones resulta que hay 250 “peros”. Terminamos dándonos por vencidos y quedándonos con el producto. “Sólo devolvemos el dinero si lo pagaron con tarjeta de crédito, dentro de los primeros 20 minutos del infomercial y si guardaron la envoltura de papel celofán”
7- El horario en que los pasan:
A partir de las 12 de la noche es cuando el infomercial ataca. Una vez que estamos en cama, a punto de dormir, vulnerables y sintiéndonos Topo Gigo, empieza el lavado de cerebro. Tenemos la TV prendida y empezamos a cambiarle 30 veces al canal, no hay nada qué ver. Al final, le dejamos en el infomercial por pura curiosidad, según: “sólo para que me arrulle”. ¡No es cierto!, terminamos viéndolo todo y hasta haciendo una llamada para ordenar el “reductor de lonjas malignas”.
8- El truco de los “50 primeros”:
El que nos ofrezcan más producto y a la mitad de precio es muy tentador: “No pueden dejar pasar una oportunidad así”. Habrá incluso quien lo tome como una competencia y marque el número –temblando de estrés– para ser de esos 50 primeros en ordenar. “Señorita, dígame que sí alcancé la promoción”. Tonto, obvio es otro gancho.
9- Uso de palabras que aterran:
Estamos desprevenidos, sin pelar la televisión…, pero el infomercial inicia e, inconcientemente, empezamos a poner atención. De repente: lonja, flacidez, soledad, piel colgada, problemas graves de salud, manchas, abandono, etc; inmediatamente queremos aquello que nos ayudará a eliminar “esa palabra” con la que nos sentimos identificados. “Auxilio, quítenme esta lonja del demonio”.