Nuestra generación tiene un mal común que parece expandirse tan rápido como un virus maligno:Ahora resulta que trabajar 12 horas diarias está de moda, por no hablar de lo cool que es no tener tiempo para hacer nada.

Sabemos que las empresas exigen cada vez más y nosotros nos tenemos que amoldar a las necesidades del cliente y a las propias ($$$). Cuando se necesita dinero no hay de otra. Pero no nos hemos detenido a reflexionar sobre el daño social que está causando este mal general.

Nos prestamos a este tipo de rutinas absurdas que nos hacen perder la vida real y, a la larga, a los que más amamos.

Ese problema, que muchos creen una ventaja, terminará por extinguir la raza humana (bueno, viéndolo de una manera extremista). Piénselo. Ya nadie se casa por falta de tiempo o simplemente porque no hay pareja que les aguante ese ritmo de vida.

Lo más triste de esta enfermedad es que casi nadie logra, en términos materiales, lo que quiere tener. La generalidad, con todo y su mal workaholic, no tiene nada realmente valioso: siguen sin una casa propia y ese yate con el que tanto sueñan sigue estando muy lejano.

¿Entonces cuál es la satisfacción de entregar su vida de esa manera a un trabajo? Creemos que la creatividad regala una satisfacción inigualable, pero cuando el trabajo consiste en coordinación de proyectos, administración de asuntos o simplemente una actividad que no permite sacar tu lado talentoso, ¿qué es lo que los llena?

Nos dio tristeza y pensamos en todo lo que pierde un workaholic.

– Creen que están bien, ese es el problema número uno. Es más, piensan que todos deberían de trabajar al mismo ritmo.

– Jamás están en fechas importantes.

– Difícilmente conviven lo suficiente con su familia. Si tienen un día libre lo quieren aprovechar en otra cosa.

– Cuando al fin están libres, están cansados.

– Aunque no estén en el trabajo, siguen pensando en él.

– Dejan de tener amigos. Ya sólo tienen colegas.

– El sexo pasa a segundo plano. Cuando están libres quieren descansar o no rinden lo que deberían.

– Algunos compensan su falta de tiempo y presencia con cosas materiales y eso es un pésimo hábito. (Aunque siempre serán peores los que no hacen nada por compensar su falta…)

– No disfrutan su casa, ¿a qué hora?

– Casi ninguno practica deportes. No hay tiempo para la salud.

– Se duermen en todos lados. Al cine van a dormir.

– Tienen una pésima alimentación. Comen rápido y en la calle. Jamás se dan el tiempo para cocinarse algo rico.

– No tienen hobbies.

– Su conversación se vuelve monotemática: trabajo, trabajo, trabajo.

– Su humor por lo general es acelerado. Viven con prisa y presionados.

– No tienen foco de atención, es imposible que se concentren en una sola cosa. En lo que te escuchan hacen tres cosas más.

– Les vale contestar llamadas en medio de un momento apasionado o a media madrugada: “trabajo es trabajo”.

– No se separan del celular o tienen el descaro de decirte “platícame, te escucho” mientras tienen la mirada metida en la pantalla.

– Viven obligados a hacer todo a la vez. Nada por separado. No se dan tiempo para enfocar su energía a un asunto.

– No se involucran lo suficiente como pareja.

– Los problemas de su pareja no son sus problemas, porque si no tienen tiempo de resolver los propios, menos los ajenos.

– Aunque tengan mucho dinero (por tanto trabajar) no tienen tiempo de comprar nada.

– No generan ideas lo suficientemente creativas. Una vida sin recreación y metidos en un solo ambiente el cerebro no forma nuevos conceptos.

– No son detallistas: “no hay tiempo para esas ridiculeces”.

Como conclusión los invito a reflexionar sobre el precio que, a la larga, tendrá este vicio maligno. No lleven su vida hasta el final de sus días sin antes detenerse a analizar lo que sacrifican. Ya estando viejos y solos querrán haber tomado mejores decisiones. Haber aprovechado el tiempo que la vida les regaló para estar con los seres que más aman. Denle al trabajo el lugar que merece. No sean flojos y den su mejor esfuerzo, eso está muy bien, pero siempre antepongan su amor por una vida libre, llena de gozo y amor. Eso es lo que vale la pena de vivir en este mundo raro.