Aunque todos lo conocemos como el Parque Hundido, su verdadero nombre es Parque Luís Gonzaga Urbina, este lugar fue llamado así en honor a Luis G. Urbina, quien en vida fue un distinguido poeta mexicano cuyos restos están en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Este parque originalmente fue conocido como el Bosque de la Nochebuena –debido a que se construyó en los terrenos de una antigua compañía ladrillera del mismo nombre–, entre los árboles que originalmente aquí se plantaron había desde manzanos y perones hasta cedros y jacarandas.
En 1930, el gobierno de esa época utilizó una pequeña explanada que había quedado de la construcción original de la ladrillera y que estratégicamente daba hacia la Avenida de los Insurgentes para acondicionarla como entrada principal, ésta misma entrada es la que actualmente todos conocemos.
Para finales de aquella década el Parque Hundido ya era un lugar con jardines y fuentes pero todavía no tan frecuentado por visitantes. El parque se mantuvo así durante casi 40 años, y no fue sino hasta la década de 1970 cuando comenzó a ser un atractivo y un referente del sur de la ciudad.
Esto fue en parte gracias a todas las reproducciones de piezas arqueológicas de las culturas Olmeca, Totonaca, Huasteca, ente otras más que aquí se colocaron.
Y también por el Reloj Floral creado en 1977 por la empresa Relojes Centenario de Zacatlán, Puebla, cuya superficie mide 78 metros cuadrados y su carátula de diez metros de diámetro. Ello lo hacen ser, además del emblema del parque y de toda esa parte de la ciudad, uno de los más grandes en su clase, ya no solamente del país sino del mundo entero.
Generalmente son dos veces al año las que se le da mantenimiento, algunas de las plantas que están alrededor del reloj son: coquetas rojas, coquetas verdes y santolinas. Y aunque no lo parezca, este reloj tiene dos toneladas de piedra de río que sirven para marcar la hora en las manecillas del reloj.