En total, hay 13 edificios que serán demolidos en la ciudad
Un mazazo y un golpe de pico a la vez. Así caen los muros en Concepción Bé
Ha pasado un mes desde el sismo. Hace ocho días, cuando la demolición inició en este punto, se tuvieron que lanzar los objetos personales por las ventanas ante los ojos de los vecinos, quienes siguen paso a paso lo que sucede con el inmueble. El objetivo fue liberar peso para trabajar con seguridad; pero, para lo que unos es desecho, para otros es patrimonio. Muchos de los damnificados se han tenido que resignar a salvar sólo su televisión, una muda de ropa o algunos documentos importantes. Lo demás vuela por las ventanas.
El proceso aquí está a unos días de terminar. Los pisos más altos cayeron a punta de martillazos. Para el resto se usa una garra mecánica. La misma que ahora se hunde y arranca varillas y piedras de raíz. En unos días no quedará nada.
Una ciudad caída
Palos y picos reconstruyen la ciudad. Manos, piernas y cálculos científicos urden la mejor estrategia para tirar los muros que permanecen dañados, las columnas que no tienen ya remedio. Camiones y excavadoras calientan motores. Urge reconstruir la capital desde sus restos, exactamente igual que hace 32 años.
Tres inmuebles iniciaron ya el proceso de desmantelamiento. Además del de Concepción B
En el edificio de la Narvarte, seis décadas de historias familiares están a punto de borrarse. En Génova, hasta ahora, los trabajos han consistido en revisiones y rescate de pertenencias de los 28 despachos y dos negocios que albergaba el inmueble. Mientras que, en la entrada al edificio de San Antonio Abad, aún cuelga una lona con el sello de protección civil que anuncia el simulacro del 19 de septiembre: lo que solía ser una torre de oficinas de la Secretaría del Trabajo de la CDMX, del Sistema Penitenciario de la capital, del Heroico Cuerpo de Bomberos y de la delegación oriente del ISSSTE permanece acordonado y rodeado de mamparas.
La ciudad intenta sanar sus heridas. También nosotros. Para Álvaro Herrera, psicólogo social de la UNAM, en este tipo de eventos la salud mental es crucial. A un mes de los sismos, dice, «la sociedad sigue en shock y, si bien el miedo es natural frente a lo inesperado, no debemos permitirle frenar nuestra vida: se necesita ser resiliente para que la reconstrucción no sólo modifique el entorno urbano, sino también el emocional».
Con mazas y picos
De acuerdo con especialistas, en Ciudad de México las demoliciones deben ser manuales para brindar mayor seguridad. El tipo de suelo y las edificaciones colindantes hacen inviable utilizar dinamita e incluso limitan el uso exclusivo de maquinaria pesada.
«Los suelos arcillosos y húmedos impiden que se usen herramientas más fuertes. La dinamita, por ejemplo, no es para la ciudad, pues, al estallar la humedad del suelo, provocaría ondas que afectarían otros edificios. En el caso de la maquinaria también se provocan vibraciones alrededor, además de que se necesitaría que cada estructura soportara el peso y los embates de los aparatos», explica Efraín García, director de EGC Construcciones y Demoliciones.
En Concepción Béistegui, el edificio con más avance, se aplicaron los ritmos de trabajo que sugieren especialistas en demoliciones: empezar de arriba hacia abajo y tirar los muros antes de tocar los sistemas de carga, como columnas y trabes.
«Para eso hay peritos que analizan las estructuras. Se debe determinar cuál es el mejor procedimiento, si la gente puede ingresar, si hay que apuntalar o por dónde hay que empezar. Cada uno de los edificios que serán demolidos es diferente y tiene necesidades propias», explica la Compañía Mexicana de Demoliciones y Voladuras.
Los procesos de demolición varían de acuerdo con la dimensión del inmueble y las herramientas que se ocupen. Si es manual, el proceso es más artesanal, cuidado y seguro; sin embargo, puede durar hasta un mes y medio. Si se utilizan excavadoras, rotomartillos y cizallas el tiempo se reduce hasta tres semanas y, cuando la maquinaria es mayor, una demolición puede durar apenas unos días.
La reconstrucción de la ciudad también implica oportunidades, dice Efraín García. «Con el 85 se modificaron reglas de construcción que esta vez redujeron la cantidad de daños y se hizo una cultura de Protección Civil que también previno muertes. Visto como una oportunidad, lo que estamos viviendo nos puede aportar más que restar», dice.
Álvaro Herrera, psicólogo, es claro: reconstruir no significa olvidar, «implica recomenzar, permitirse tomar fuerza de lo que nos causó dolor o incomodidad. Es cederle espacio al duelo para poder seguir con el ritmo de la vida y asumir la nueva configuración social. Es aprender y continuar».
De acuerdo con cifras oficiales, los 13 edificios que serán demolidos en CDMX forman parte del total de 5,765 viviendas con algún grado de daño, así como 1,208 escuelas.