Carlos Cienfuegos ha estado en los peores desastres del mundo. Aún intenta rescatar vidas en nuestra ciudad después del 19-S. Estaba en Florida, salvando gente tras los daños de dos huracanes, cuando supo del sismo en México. Él y su equipo de topos no pierden la esperanza de encontrar vida entre los escombros.
—¡Comandante Cienfuegos: se le solicita en la base!
Las palabras brotan, distorsionadas, de un radio que Carlos Cienfuegos carga a la altura de su pecho. Líder del grupo de rescate Topos USAR BREC A. C., se reúne con su equipo en una camioneta azul que, desde el 19 de septiembre, le ha servido de dormitorio y bodega. El comandante busca en la cajuela hasta hallar una motosierra.
«Vamos a apoyar cortando una losa de concreto pesada, que estorba», dice mientras revisa que su herramienta funcione.
No hay mucho tiempo para entrevistas. Hoy es miércoles 27 de septiembre. Ha pasado más de una semana desde el sismo que derribó 38 inmuebles de la ciudad y cobró la vida de 333 personas en todo el país. En la Roma, en Álvaro Obregón 286, se ubica uno de los edificios caídos en los que se mantienen las labores de búsqueda y rescate. Aquí aún se guardan esperanzas.
El comandante Cienfuegos se reúne con su grupo de rescatistas en una de las carpas instaladas en la calle Oaxaca y lanza instrucciones. Después camina, casi corre, hacia la montaña de escombros y desaparece.
«Yo he estado en los desastres más grandes de la humanidad», había dicho justo antes de que lo llamaran por el radio. Sus palabras no mostraban un gramo de presunción, pero sí un orgullo digno.
Sin dormir ni comer
Tiene la barba blanquísima, la cara afilada y una mirada sagaz. Carlos Cienfuegos te recuerda, de inmediato, al Quijote. En vez de pelear contra molinos, Cienfuegos entra en las ruinas, armado con palas, picos, martillos y una lámpara en su casco, buscando en la oscuridad una brizna de vida.
No es que haga alarde de su trabajo, pero las tragedias, los desastres, quedan grabados para siempre. Cienfuegos participó como rescatista luego del atentado de las Torres Gemelas, por ejemplo. También rescató personas en los tsunamis de Indonesia en 2004 y en los de 2011 en Japón. El mismo día del sismo en CDMX, él y su grupo se encontraban en servicio.
«Estábamos en Florida, en los huracanes de Harvey e Irma, donde duramos 25 días; recibimos la noticia y lo primero que hicimos fue llamar a nuestra familia. Una vez que nos aseguramos que todo estaba en orden, se activó la alerta al grupo”, cuenta.
Desde el día del temblor en México, los rescatistas de USAR sólo han tenido una noche libre. En la Van azul estacionada suelen dormir tres o cuatro horas para recuperar energía, comer y volver a la zona de desastre. La adrenalina debe ayudarlos a mantenerse en pie, también el entrenamiento.
El comandante Cienfuegos inició como paramédico, donde aprendió a brindar primeros auxilios. Luego ingresó al Heroico Cuerpo de Bomberos, donde no sólo atendía incendios, también emergencias, como fugas de gas, descargas eléctricas, rescate y búsqueda de personas. Tras todo lo aprendido y tras ser parte de los rescatistas de 1985, decidió formar su grupo de Topos.
Un oficio que se aprende en casa
Ahora Cienfuegos toma un descanso. Han sido varios días de estar bajo las ruinas, rascando. Decenas de personas, voluntarios y medios de comunicación hacen guardia aquí, en espera de novedades.
Con voz apresurada, porque no sabe cuándo lo volverán a llamar, dice que sus padres también eran paramédicos.
De ellos heredó el oficio de salvar vidas todos los días. Fue en 1972 cuando se inscribió como paramédico en la Cruz Roja de Polanco. Más de una década después, con el sismo del 85, él y las más de 25 personas que hoy conforman Topos USAR BREC A. C. se convirtieron en un emblema.
A la fecha, los topos mexicanos no reciben un sueldo por su labor. El mero hecho de salvar una vida, aseguran todos ellos, implica una satisfacción enorme. Una satisfacción que el dinero puede ensuciar.
«Nuestro grupo no acepta ningún pago», explica el rescatista. «Algunas organizaciones nos patrocinan el viaje a las zonas de desastre, pero toda la mano de obra va por nuestra cuenta y no aceptamos nada porque es algo que nos gusta hacer».
Algo nunca visto
A Cienfuegos lo conmueven las muestras de apoyo de la gente, esto es algo muy parecido a lo que se vivió en el 85, pero esta vez de manera mucho más evidente.
«La respuesta de la gente es algo que me emociona mucho», dice conmovido, con la voz todavía más acelerada. «En la Ciudad de México nunca se había visto que alguien te diera un aventón y ahora no falta quién te diga: ‘yo te llevo’. Todo México se está uniendo, está dispuesto a ayudar».
Es algo que, además, tampoco ha visto alrededor del mundo. Sólo en México la sociedad civil supera las reacciones de las autoridades, o porque las primeras son excesivas o porque las segundas son mínimas.
El comandante Cienfuegos sonríe. No es difícil imaginarlo, a sus 55 años, como un Quijote urbano, con su uniforme azul, sus lentes y su casco. Salvando vidas por convicción, nunca por dinero. Quizás fue su ejemplo, el recuerdo de todo lo que ocurrió en el 85, lo que animó a miles de personas a salir a ayudar, sin esperar nada a cambio.
En Cifras
26 países integran la lista de lugares en los que Cienfuegos ha salvado vidas.
45 años de su vida ha trabajado como rescatista.
5 personas con vida y 25 cuerpos han rescatado tras el sismo del 19 de septiembre.