Los chilangos ochenteros estaban acostumbrados a ver por las calles y en la televisión un popular restaurante, único en su clase, que manejaba el hasta entonces poco conocido concepto de “comida rápida” llamado Burger Boy.
Por toda la Ciudad de México podían verse las sucursales de este restaurante que era lo más parecido a las cadenas de Estados Unidos que todavía no llegaban al país, pero de las que se contaban diversas historias.
La difusión de Burger Boy consistía en agresivas campañas publicitarias, como anuncios con dibujos animados cuyas voces eran obra de Jorge Arvizu “El Tata”, sorteos de motos Vespa Ciao y comerciales protagonizados por el entonces juvenil futbolista Ricardo Peláez o la prometedora actriz Salma Hayek caracterizada de Caperucita Roja.
Burger Boy replicaba todo el concepto de las cadenas de fast food gringas en un México cuyas fronteras estaban cerradas y no permitían la entrada de estos establecimientos al país.
Es un lugar que, definitivamente, marcó la vida de muchos habitantes de la Ciudad de México que hoy tienen alrededor de 40 años o más, así que vale la pena revisar su historia.
El origen
En el caótico año de 1968, dos empresarios puertoriqueños y uno cubano que vivían en México abrieron cuatro restaurantes que replicaban el popular modelo de hamburguesas “fast food” de Estados Unidos y que fueron bautizados como Burger Boy.
Se trató del primer restaurante de cadena (no era franquicia) dedicado a la comida rápida en México, y su éxito fue tal que, en 1974, los adquirió Grupo Maseca (del empresario regiomontano Roberto González Barrera) y llegó a tener casi medio centenar de sucursales en diferentes partes del país, pero la mayoría de ellas se localizaban en la Ciudad de México.
Ir a Burger Boy era toda una experiencia, ya que durante varios años no existió nada igual en México debido a que las grandes cadenas estadounidenses no tenían gran interés en entrar al País y, después, tampoco pudieron entrar debido a que, a finales de los 70 e inicios de los 80 (principalmente durante el Gobierno de José López Portillo), el mercado estaba prácticamente cerrado al capital internacional.
Así, antes de la llegada de restaurantes como Mc Donald’s o Burger King, la opción de quienes querían comer una hamburguesa, hot dog, papas a la francesa o helado al estilo estadounidense era, definitivamente, Burger Boy.
El éxito
Rapidamente, Burger Boy se convirtió en un punto de reunión de familias y jóvenes, siendo uno de los lugares favoritos de muchos niños ochenteros que acudían incitados por las grandes campañas de publicidad en televisión, como la del programa de Chabelo (inclusive, en ese entonces se decía que él era el dueño de esa cadena de restaurantes, lo cual era falso).
Sándwiches de pescado, hamburguesas llamadas “Supermac” y que curiosamente eran increíblemente parecidas a las Big Mac de McDonald’s y promociones que en cada compra regalaban un juguete o un novedoso “locopopote” (un popote en espiral con todo y vaso) eran grandes atractivos de Burger Boy durante los 80.
Quizá la promoción más recordada fue cuando las hamburguesas sencilla, doble y triple fueron bautizadas como “Unifante”, “Brontodoble” y “Dinotriple”; para promocionarlas, se crearon personajes de caricatura que eran una fusión entre una hamburguesa y dinosaurios (bueno, uno era una especie de elefante mezclado con mamut), cuyo tamaño dependía de la cantidad de carnes que contenía.
El concepto de “comida rápida” que usaba Burger Boy era algo diferente al de hoy, ya que consistía en que, mientras un cajero tomaba la orden, iba avisando a la cocina, mediante un micrófono conectado a un altavoz, qué productos tenían que preparar; posteriormente, tras pagar, había que esperar a que llamaran al cliente por su nombre (también mediante un altavoz) y pasar por la charola con el pedido… y el tiempo que transcurría no era necesariamente poco, es más, aumentaba conforme el restaurante estaba más lleno, algo muy común los fines de semana y en fechas especiales, como el Día del Niño.
Precisamente, para los niños ir a Burger Boy era un momento especial, y para los chavos resultaba una experiencia divertida. Aunque sus precios no eran necesariamente baratos, a Burger Boy iba gente de todas las clases sociales, especialmente porque era una opción atractiva y diferente en medio de la época de la severa crisis económica que vivía México en esos años en los que la inflación anual rebasaba el 100 por ciento.
Sin embargo, su éxito empezó a decaer cuando el restaurante dejó de cuidar su calidad y, además, llegó por fin la competencia.
La decadencia
Aunque durante sus años de bonanza surgieron otros conceptos similares, como Tomboy, Burger Boy prácticamente no tuvo competencia; sin embargo, a principios de los 90, gracias a los cambios económicos impulsados, principalmente por el Tratado de Libre Comercio, llegaron y empezaron a expandirse por toda la Ciudad de México las cadenas internacionales de comida rápida, como McDonald’s, Arby’s y Burger King.
Ya para entonces, la euforia por Burger Boy había descendido por muchas razones, pero quizá la que más se evidenció con la llegada de la competencia fue la calidad de su servicio y de sus productos. Mientras en los McDonald’s de Satélite o de Palmas la gente hacía largas filas para obtener una Cajita Feliz con los personajes de Snoopy, los “Mugrer Boy” (como algunos les conocían) empezaban a lucir desiertos.
https://www.youtube.com/watch?v=CTKki3NEWfg
Ante una inevitable y rápida pérdida de mercado, los ejecutivos de Burger Boy emprendieron en 1994 una reestructura de la empresa, por lo que remodelaron los restaurantes, incorporaron nuevos productos y hasta cambiaron al personal, pero su muerte ya era inevitable.
En 1996, Grupo Maseca vendió todas las sucursales de Burger Boy a una cadena estadounidense, Whataburger, que, casi de inmediato, cambió el nombre y concepto del restaurante.
Finalmente, esta última cadena también desapareció en la Ciudad de México y, de Burger Boy, sólo queda un recuerdo de algo que dominó y desapareció de la Tierra… así como los dinosaurios Brontodobles.