Casi enfrente de la Torre Latinoamericana, en Eje Central no. 9, hay tres lugares pegados que se parecen mucho, y es que los negocios vecinos aprovecharon el éxito de la Friki Plaza conforme ésta fue creciendo y le copiaron la fachada para jalar gente.
No cabe duda que la Ciudad de México tiene un abanico de opciones para todos los gustos. Nuestros amigos del Bazar del Entretenimiento y del Videojuego nos dieron un recorrido por este lugar que ya cumplió una década de vida.
Platicamos con Karen Hernández, coordinadora de mercadotecnia y vocera oficial, quien primero fue una chica más que iba de lolita. Ella conoce muy bien lo que significa este sitio para todos los que asisten cada día a la Friki Plaza, nombre no oficial que la gente le dio, pero tienen planeado cambiarlo próximamente porque las personas se identifican con este título.
Al principio iba a ser una plaza enfocada en la tecnología, por eso la planta baja está dedicada en su mayoría a celulares; los locales del primer piso fueron rentados uno a uno por propuestas alternativas (darketos y skatos), por lo que a la larga los dueños se dieron cuenta de que existía este mercado y vieron la necesidad de este sector por tener un espacio propio, y lo obtuvieron.
Hace diez años no había otro lugar como éste. Ahora, algunos de los locales son exclusivos y los productos que venden sólo se encuentran en este punto de venta, e internet aumentó la demanda de cierta mercancía: muchos buscan aquí lo que ven en su computadora porque es más cómodo que pedirlo y lo obtienen al momento.
La plaza se divide en cuatro plantas: en los primeros tres pisos, pero especialmente en el primero, hay una gran variedad de artículos: figuras, accesorios, maquillaje, manga, dulces y muchas cosas. Gran parte de estos productos son importados de Corea, China y Japón. También hay ropa (para cosplay, dark, playeras de caricaturas…), videojuegos de diferentes consolas (desde Game Boy y Nintendo, hasta Xbox, PlayStation y más) y audiovisuales (series, ánimes, películas, doramas y dramas –las dos últimas son como minitelenovelas).
El segundo nivel se distingue por ser una arena de batalla donde se juega con cartas de rol, aunque aprovechan cualquier rincón para echar la reta; a lo largo del año se arman torneos chonchos. En el tercer piso está el área de comida, principalmente snacks y comida rápida: pizza, hamburguesas, sushi, postres, refrescos, bebidas del lejano oriente.
Por último, en el cuarto piso se rentan consolas de videojuegos, ¡y hasta hay maquinitas! (incluso ves a chavas jugando). Aquí también se hacen eventos como concursos de videojuegos, conciertos y competencias de cosplay; caben aproximadamente 300 personas.
De hecho, muchos eventos surgen de propuestas que lleva la gente. La plaza presta el espacio y hace la difusión, únicamente es cuestión de acercarte a platicarlo con el administrador (así que si tienes algo en mente, ya sabes). Estas actividades son gratuitas y para toda la familia.
Otras curiosidades son: una máquina de monedas donde compras boletos de conciertos (de grupos orientales), algunos locales de cómics (unos nuevos y otros hasta de colección), niños que van a hacer su tarea y hasta una estética para tener el corte de tu estrella oriental favorita.
Para todos los casos mencionados depende del sapo, la pedrada: encuentras precios económicos y otros más accesibles del mismo producto. Y si tienes suerte y paciencia, quizás aparezca un pokemón salvaje… ok, no, pero chance sí ves a alguien disfrazado.
La cosa no termina ahí: también se imparten talleres de japonés, dibujo, de cubo Rubik (próximamente), de K-pop (aprender a bailar coreografías de grupos de pop coreanos). Unos son gratis y otros tienen un pequeño costo, nada manchado.
La leyenda cuenta que por las tardes se llena y los fines de semana se atasca. La Friki Plaza tiene presencia en 20 estados de la república con zonas de juego. En la sede chilanga predomina la banda de entre 20 y 30 años, al interior de la república van de 15 años en adelante.
Karen nos contó que en un evento, un niño con rasgos orientales, pero mexicano de nacimiento, se puso a bailar y lo hacía tan bien que la gente pensó que era un famoso, le gritaban, le regalaron cosas.