Si cuando comienzan las primeras escenas de Transformers: el último caballero sienten que se equivocaron de sala, no se preocupen, están en la correcta por muy extraño que parezca. Después de cambiar de protagonistas otra vez (en algún punto Shia Labeouf y Megan Fox eran la pareja romántica y fueron reemplazados por Mark Wahlberg, Rose Huntington-Whiteley, Nicola Peltz y ahora Laura Haddock), la franquicia del director Michael Bay nos lleva a los orígenes de la vida alienígena en la Tierra y hasta al espacio para conocer Cybertron (o lo que queda de él), planeta de donde provienen los Autobots y Decepticons.
Optimus Prime está fuera del radar y en la Tierra existe una marcada guerra entre seres humanos y los gigantes metálicos, pero un peligro mayor se avecina, pues hay una poderosa arma escondida en algún lugar del mundo y una deidad interplanetaria hará lo que sea para recuperarla, incluso llevar a Optimus al lado oscuro.
La película explota en adrenalina y acción, al igual que sus antecesoras, pero lo novedoso es que se le trata de inyectar seriedad al mostrarnos un background histórico que se remonta a la Edad Media, Merlín y el Rey Arturo (y no, no es broma, sí aparecen en la cinta). La cuestión es que la clase de historia, que por momentos es bastante aburrida, no embona con el concepto de la franquicia. Es como cuando en American Horror Story Asylum incorporaron aliens a la trama. No va por ahí y el resultado final es un extraño mash-up entre El Código Da Vinci y los mecánicos personajes.
Otro aspecto que desconcierta bastante es que en algún punto llega a parecer película de catástrofes o una imitación de Avengers y la invasión que vimos de Nueva York sólo que en Stonehenge. Justamente uno de los aspectos que más afectan a la cinta es su falta de definición y la multitud de tonos y retazos de géneros cinematográficos que afectan su identidad.
Eso sí, los Transformers se ven mejor que nunca, es un poco más fácil seguir las batallas y lo más emocionante llega con el enfrentamiento entre Bumblebee y Optimus Prime que tanto nos adelantaron en el material publicitario, el problema es que se tarda muchísimo en llegar y a la película fácilmente le sobran unos 30 minutos de introducción. Dos horas y media en una cinta de estos juguetes es un exceso.