Prepárate para conocer de una vez por todas la fuente del mal que atormenta a este lugar. Todo comienza en un pueblo contiguo, donde una adolescente consigue trabajo con la familia – conformada por una madre y su hijo – que acaba de mudarse a la casa en dónde han pasado cosas extrañas y siguen ocurriendo con su llegada.
No hay departamento que se salve. Hay un pésimo guión del también director Sheldon Wilson (quien tiene varios intentos fallidos en el género de horror) y se refleja en la debilidad de sus personajes, a cargo de un elenco que es un fiasco (especial atención en Sunny Suljic, en su papel del pequeño Adrian), y sucede igual con el terrible uso de su música (está a un volumen exagerado, lo mismo que un par de sonidos incidentales). Y lo peor es que el título en español es tramposo, pues trata de atraer a la audiencia con promesa que al final deja un mal sabor de boca.
Sabes que algo está mal en una película de horror cuando la gente se empieza a reír en lugar de gritar. La primera media hora es así, divertida de lo absurdo de sus intentos fallidos de generar la atmósfera para provocarte un susto, pero después de ese punto el ritmo sigue por el mismo camino y entonces tienes dos opciones: salirte de la sala y salvar varios minutos de tu día o quedarte por pura curiosidad a ver cómo termina… pero si no te quieres quedar con la duda continúa leyendo con la siguiente advertencia clara:
****SPOILER ALERT****
Se trata de un deus ex machina en toda la extensión de la palabra, pues el desenlace rompe con la lógica interna para dar explicación a los hechos paranormales de ésta y todas las historias de horror: El niño y su mamá son marcianos. El niño está pasando por una etapa en la que comienza a desarrollar sus habilidades. Esta raza ha venido a la tierra desde tiempos remotos para que sus niños marcianos no hagan destrozos en su planeta. En la escena final, la madre y su hijo van en su camioneta, un señalamiento nos indica que se dirigen a Amityville y ese es el origen del terror en dicho pueblo.