Si este año sólo verás una película mexicana, tiene que ser Maquinaria Panamericana. El director mexicano Joaquín del Paso es una de esas aves raras en el mundillo cinematográfico nacional capaz de contar una historia verdaderamente subversiva sobre lo que provoca el capitalismo rampante en el alma humana, sin perder un ápice de sentido del humor.
La historia se desarrolla en una nave industrial olvidada en el oriente de la CDMX (una locación que, de hecho, inspiró gran parte del guión) donde trabajan una docena de personas como una aceitada máquina burocrática, hasta que el jefe, Don Alejandro, muere de forma repentina. Lo que no saben es que el jefe ha estado pagando todos los sueldos de su propio bolsillo durante años y de un día para otro han quedado en la calle.
Muy a la Buñuel (o quizás aventurándose peligrosamente al referente de Chaplin en Tiempos modernos), Del Paso nos muestra las reacciones ante la adversidad de estos hombres y mujeres de a pie, que lo mismo reinventan frases de superación personal que organizan una especie de carnaval con bebidas embriagantes donde se dan permiso de quitarse la máscara godín.
Ganadora del Festival de Guadalajara, también participó en la Berlinale del año pasado, presumiendo este guión pulido hasta la lucidez. Se agradece que Del Paso haya regresado a hacer cine a México, luego de una larga temporada de estudios cinematográficos en Polonia: ya casi no hay cineastas mexicanos que eviten la condescendencia “de clase” o se atrevan a dar propuestas visuales seguras y arriesgadas. Una cinta tremenda, imperdible, a la par de cualquier otra a nivel mundial.