La ambigüedad moral del filme está ya contenida de manera sutil en el título en inglés: The Founder es la historia del vendedorcillo venido a menos que se topa con una idea genial –ajena– y decide hacerse millonario con ella. ¿Es Ray Kroc el fundador de la cadena de restaurantes McDonald’s?

Después de todo, fue su mente depredadora la que convirtió aquel pequeño local de hamburguesas de California en la franquicia más exitosa del siglo pasado, aunque para lograrlo, le haya arrebatado hasta el nombre a los creadores del concepto de comida rápida.

La historia bien contada ya tiene algún interés, pero es Michael Keaton en el papel de Kroc quien hace esta película inolvidable. El Ray Kroc de Keaton no es un villano grandilocuente o una mente maestra: es un tipo harto de perder, cuya moral se distiende, a la par de su ambición.

Kroc se encuentra con esa mina de oro que es el método coreografeado de los hermanos McDonald para producir hamburguesas en 30 segundos, y por momentos se le nota genuinamente maravillado, aunque al pasar del tiempo se entrega a esa poética de la codicia –alegoría por demás significativa del espíritu corporativo norteamericano clásico, creador, entre otras cosas, de Donald Trump– que le permite apropiarse por completo del negocio.

Keaton fue durante años uno de los actores más tristemente subestimados de Hollywood, pero después de Birdman (Iñárritu, 2014) le empiezan a llegar guiones de mucho más altura y se agradece.