Chilango

El soviético que hizo una película en México y no la terminó

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Entre 1930 y 1932 un cineasta soviético* estuvo en México, filmó por diferentes estados de la república, el material que tenía era un testimonio importante de nuestras tradiciones, pero murió y dejó inconcluso su documental. Aunque los dos países compartían una reciente revolución (la mexicana de 1910 y la rusa de 1918), fue otro asunto el que lo trajo hasta acá.

Los primeros acercamientos de este joven director con la cultura mexicana se dieron a través de unas revistas alemanas, donde venían artículos e imágenes sobre celebraciones típicas de nuestro país. Un texto sobre el día de muertos, acompañado de fotografías, fue el anzuelo que lo arrastró hasta el otro lado del mundo.

El ruso se hizo de libros sobre Pancho Villa y otros de Miguel Covarrubias, cada vez estaba más interesado en nuestra cultura y se obsesionó con la idea de venir. A esto se sumó Vladimir Maiakovsky, poeta ruso que visitó México y conoció a Diego Rivera, quien le habló bien de nuestro país. 

Acompañado de otros dos paisanos soviéticos (un cinefotógrafo** y un guionista***), viajó a Hollywood para hacer una película que nunca se realizó. Entonces un escritor estadounidense****, ganador del Premio Pulitzer, los convenció de hacer una película sobre México.

Este proyecto nunca estuvo planeado, simplemente se dio. El cineasta compró un libro de Anita Brenne que devoró durante el viaje en tren que hizo del gabacho a nuestras tierras. 

Una vez en el país, los tres soviéticos se dedicaron a explorar la capital y la parte sur del país, estaban tan a gusto en el país que extendieron su estadía de tres meses a un año y medio. Acudieron a la basílica para presenciar la ceremonia a la virgen dos veces (la primera llegaron por las fechas, la segunda para documentar el evento). Fueron al Istmo de Tehuantepec, a Chichen Itzá, Teotihuacan, y así, poco a poco, con todo y las dificultades con respecto al guión, se hizo ¡Qué Viva México!

Eisenstein tenía la intención de hacer una sinfonía fílmica, un sarape cinematográfico o un Mural de Diego Rivera del séptimo arte, quería mostrar a un México atemporal donde el pasado estuviera fusionado con el presente; pero el rodaje se detuvo de golpe porque cortaron el financiamiento y, aunque le prometieron enviarle el material, nunca lo recibió y murió sin poder concluir con sus propias manos una de sus grandes obras. 

Sinclair estrenó un corte en 1933 bajo el título Thunder over Mexico (Trueno sobre México), pero fue un fracaso. Salieron otras versiones a lo largo de la historia hasta 1979, cuando Grigori hizo el corte oficial a partir de apuntes de Eisenstein.

Sergei Eisenstein en México (Cineteca Nacional)

Fuente: Aurelio de los Reyes, El nacimiento de ¡Que viva México!, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2007.