El patio de mi casa
Por: Redacción
Por Ira Franco @irairaira
Un documental atípico en el cine mexicano, conmovedor no sólo por la manera personalísima del director Carlos Hagerman de retratar la vida de sus padres, Óscar y Doris, sino por la relevancia que cobran, como muchos otros esfuerzos anónimos en la restauración del tejido social de este país.
Óscar y Doris han dedicado toda su vida a tratar de mejorar la vida de otros, especialmente a través de la enseñanza en comunidades pobres, indígenas y rurales. Doris ha enseñado idiomas, ha dado pláticas y talleres y no descansó hasta inaugurar el Centro Educacional Tanesque. Óscar se enfrenta a la jubilación después de una vida desarrollando proyectos de arquitectura rural, influenciado por la obra del finlandés Alvar Aalto, después de muchos años de dar clases en la universidad con una visión humanista diseñando e integrando edificios a los paisajes, lugares donde no sólo se vive, sino que se “satisfacen las necesidades emocionales de las personas”.
Hagerman nos invita al privilegio de la edad madura, la certeza de la muerte como estética vital: sus libros, sus tomadas de la mano, los momentos en los que se cantan uno al otro, donde se escuchan o se observan cómplices, nos parecen tan memorables, justamente porque sabemos que no son (no somos) eternos.
Pero no sólo los vemos en esa relación matrimonial de más de 40 años, tenemos las cintas caseras de súper 8 para ver a la niña Doris bailar ballet y comprobar que fueron jóvenes, vigorosos. También se nota el intento de Hagerman por no doblegarse a una zona de confort: su voz en off se encarga de hacer las preguntas importantes, incómodas. “¿Cómo se prepara uno para la muerte de los padres?”, dice, mientras vemos a estos dos viejos entrañables caminar por las puertas de una casa con muros de adobe. Una posible respuesta es el relato de una vida comprometida con el entorno y hacer hincapié en que eso es lo único que perdura después de la muerte: aquello que hicimos por los demás. Un documental íntimo, del que uno sale reconciliado con el tiempo que nos queda en esta Tierra.