Tratar de diseccionar una película como Roma resulta ser una tarea complicada. A diferencia de la mayoría de las cintas que vemos en las salas, esta historia cuenta con una infinidad de niveles que le acaban dando una profundidad única. Roma es complicada, emotiva, entretenida a momentos, de técnica perfecta, pero sobre todo, hermosa.
La historia de Roma
Cuarón se echa un clavado a su infancia para inspirarse a contar la historia de Cleo (Yalitza Aparicio), una nana/empleada doméstica, quien se convierte en un miembro más de la familia. No adelantamos mucho de la trama, pero sí podemos decir que a través de momentos sutiles y diálogos sencillos, logra construir un mundo enriquecido por la complejidad de las relaciones personales, en particular aquellas formadas por los lazos familiares.
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Esta no es una historia de grandes sucesos, sino que se va construyendo a través de momentos aparentemente cotidianos, cuyas sutilezas son más significativas de lo que aparentan. Una mirada o una palabra significan un mundo en la vida interior de cada miembro de esta familia setentera.
Los personajes
La cinta es sobre personajes los cuales son enaltecidos con actuaciones contenidas pero sólidas. Es destacable la manera en que Cuarón dibuja un empoderamiento femenino distinto al que estamos acostumbrados a ver. Aquí las mujeres no se rinden, luchan contra un contexto social opresor y logran salir adelante de maneras poco convencionales.
Sin duda, el centro es Cleo, cuya vida interior exploramos y quien sirve como nuestros ojos para conocer el mundo que la rodea. Viajamos a este espacio en el tiempo a través de sus ojos. Y es que su historia puede parecer simple, pero se nos presenta de una manera épica, porque ella lo está viviendo así.
Pero no solo sucede con el arco de Cleo, cada acto está perfectamente construido para darle el poder visual a las emociones de alguien. Sucede lo mismo con Marina de Tavira, cuyo arco dramático como Sofia, resulta en un paralelo con el de Cleo.
Hasta los personajes masculinos, un tanto ausentes, logran una fuerte presencia. El ejemplo perfecto es el padre de familia, figura casi mítica y venerada. O Fermín, el escurridizo novio de Cleo cuya violencia es ridiculizada como parte de una crítica al ego masculino tan característico de la sociedad mexicana.
Lo técnico
Si algo ha logrado Cuarón es mostrar su visión al hacer cine. El ejemplo perfecto es Roma, con un lenguaje cinematográfico significativo. Lo logra a través de una fotografía impecable, un montaje de sonido excepcional, recreando la Ciudad México de los 70 que logra convertirse en un personaje más —a veces glamuroso, a veces surreal y a veces doloroso—. Se nota que cada cuadro fue planeado y ejecutado con el más intenso cuidado. Y es así como Cuarón logra comunicar la nostalgia de lo que significó crecer en un México divido, hermoso y caótico.
No en vano la octava cinta de Cuarón, ganador del Óscar, la está partiendo en festivales internacionales como el de Venecia, donde se llevó el León de Oro, la más prestigiosa presea de ese evento. Ahora solo queda esperar que, además de su estreno en Netflix, la audiencia pueda disfrutar de ella en la pantalla grande.