Crecer duele como un azotón en el concreto. Bajo esta certeza se desarrolla el debut como director del actor Jonah Hill, que este fin de semana llega a las salas de la Ciudad de México. A continuación de te dejamos nuestra reseña de En los 90s.
Los Angeles, California, mediados de los años noventa. En ese lugar y ese tiempo vive Stevie (Sunny Suljic), un chico de 13 años quien surca la pubertad en su hogar de clase media baja entre la neurosis de su madre soltera, Dabney (Katherine Waterson) y los abusos físicos de su hermano mayor, Ian (Lucas Hedges).
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Un día de tantos, Stevie va de regreso a su casa en su bici. De repente, ante él aparece una escena inusual: un grupo de cuatro chicos apenas unos años mayores que él, vestidos con ropa ancha y tenis descomunales, patinan en sus skateboards y arman alboroto en plena calle. Ellos no prestan atención a nada, simplemente hacen lo que quieren; bromean con unas señoras y no se amedrentan ante un tendero que pretende correrlos. Todo les importa un comino y eso captura de inmediato la atención de Stevie, quien los observa totalmente embelesado desde la acera de enfrente.
Entonces, lo entiende: estos chicos que viven sin miedo a nada le ofrecen, sin proponérselo, su primer bocanada de libertad.
A partir de entonces, la vida del treceañero dará un giro radical: comenzará a frecuentar la tienda de skate/base de operaciones del grupo, cambiará sus cartuchos de Super Nintendo por la vieja patineta de su hermano y se integrará como quinto miembro de aquella banda de granujas adolescentes. Con ellos, entre allanamientos escolares, pruebas de valor, consumo de drogas, pequeños robos, sesiones de patinaje clandestinas, alcohol, chicas y enfrentamientos a la policía, aprenderá que crecer apesta y duele tanto como cada caída de la tabla.
En los 90s, Jonah Hill y su homenaje a la cultura skateboarding
Lo anterior es la premisa de En los 90s (Mid90s), el largamente anticipado debut como director de Jonah Hill (Supercool, El Lobo de Wall Street) y con el cual se ha anotado un clásico moderno en toda la extensión de la palabra.
La cinta es un coming-of-age en toda regla: la historia de un protagonista inocente que decide salir al mundo tan solo para ser arrastrado por la vorágine de la vida, en la que personajes entrañables le enseñarán, con mucha dureza y golpes de por medio, que la vida muerde, pero también es hermosa.
Echando mano de Stevie como su propio alter ego (al más puro estilo del director Shane Meadows en su cinta This is England), Jonah Hill presenta el relato un típico chico californiano a quien le tocó atestiguar y vivir en carne propia un fenómeno fundamental de la cultura pop actual: el skateboarding.
Apoyado en los trucos de dirección que confiesa haber robado a Martin Scorsese, así como la fotografía de Christopher Blauvelt y el impecable diseño de vestuario de Heidi Bivens, el director debutante aborda al skate como ese movimiento contracultural en el que los freaks de los noventas –esos demasiado raros para ser ñoños y demasiado feos para ser cool– hallaron un refugio.
Porque, pese a que hoy en día el skateboarding es una industria deportiva millonaria que el próximo año será incluido como disciplina olímpica, esto no siempre fue así.
Como bien relata Hill en la cinta, hace poco más de dos décadas esta práctica se desarrollaba fuera del mainstream. Los patinadores no eran las superestrellas que son ahora y su lugar estaba en la marginalidad, al lado de otras cosas raras y retorcidas –como el rap, también presente en la cinta– que escandalizaban a las buenas conciencias de entonces. En ese sitio, literalmente compartido con otros rechazados sociales, miles de chicos y chicas hallaron un cobijo con la familia, la convivencia y la interacción social que nunca les ofreció ni su casa ni su escuela.
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“Patinar me pone feliz y por eso lo hago todos los días. Ese es el porqué de montarnos en una tabla de madera, por todo lo que eso provoca en tu espíritu”, dice Fuckshit (Olan Prenatt), uno de los amigos de Stevie, al explicar la importancia del skateboarding durante una de las escenas de la cinta.
De esta manera, En los 90s nos muestra, una vez más, que a veces las peores condiciones y los pronósticos más adversos son donde mejor se abren camino la verdad y la belleza, y que no hay manera de parar el impulso de la creatividad.
Patinando junto a Stevie y su crew de amigos (donde lo mismo podría encontrarse la revelación del cine de la siguiente generación que el próximo patinador profesional) asistimos a una época salvaje y hermosa en la que tu disposición para arriesgarte y desafiar lo establecido era la vara con que se te medía; un tiempo donde tu única opción para conocer música era meterte al cuarto de tu hermano a espiar sus cosas, so pena de recibir una paliza.
Una época donde los anhelos constantemente se impactaban contra un muro de prejuicios sociales y donde aprendías que no importa cuántas veces caigas, sino cuantas te levantas. Y, como bien supo ilustrar Hill en su película, no hay mejor metáfora de esto que un niño con su patineta practicando una y otra vez hasta que logra bajar su primer ollie.
En los 90s es también el reconocimiento a una generación de ilustres inadaptados que han sido fundamentales para el arte y la cultura de este siglo. Gente como los cineastas Spike Jonze y Larry Clark, la compañía de patinetas Blind, el crew de skate Menace y la leyenda viva de ese deporte, Tony Hawk; los idiotas profesionales de Jackass, el rap de Wu Tang Clan y A Tribe Called Quest, entre un montón más de influencias, son referenciados por Hill en esta cinta.
Algunos de ellos incluso participaron en la película, como es el caso de los músicos Atticus Ross y Trent Reznor, responsables del score; el rapero Del Tha Funky Homosapien, quien actúa como un vagabundo; el videasta Aaron Meza, quien colaboró en el diseño de producción, y el cineasta Harmony Korine, quien hace un brevísimo cameo.
Al final, con En los 90s Jonah Hill presenta su carta de amor definitiva al skateboarding y lo homenajea mostrándolo en su estado más puro: como la libertad de un niño navegando por la vida y el asfalto encima de su patineta.