Con el propósito de ofrecer una visión esperanzadora del futuro, Valentina Leduc creó la película Los sueños que compartimos.
En ella seguimos la historia de tres colectivos, que con su acción encaminada hacia el mismo objetivo, el de salvar el planeta, logran para 2050 un cambio utópico. Estos son tres movimientos reales, que Valentina Leduc, la directora, y Juan Carlos Rulfo, el fotógrafo, siguieron de cerca para contarnos esta narrativa sobre el cambio desde la acción colectiva.
Conmovedora y emocionante, pero también muy cruda, las imágenes que vemos en la película están lejos de ser bonitas. No se puede buscar la esperanza desde un lugar de luz, sino que tiene que ser un objetivo al cual llegar.
En Los sueños que compartimos vemos tres casos: la colonización de la empresa Bonafont sobre el agua de los pueblos cholultecas en México, la destrucción de la mina de carbón en Lützerath (Alemania), y el ecocidio de los plantíos de eucaliptos en Galicia. Tres movimientos en tres esquinas del mundo que comparten el mismo sueño.
Los sueños que compartimos de Valentina Leduc se estrena el próximo 5 de abril dentro del marco del festival Ambulante 2025. Antes de su llegada a la pantalla para el público en general, platicamos con la directora acerca del documental.

Valentina Leduc sobre Los sueños que compartimos
¿Por qué elegiste estas tres historias específicamente?
Todo inició porque investigué la partida de los zapatistas hacia Europa y los movimientos que giraban en torno a él. Las tres me parecen historias sorprendentes, esperanzadoras y también muy cinematográficas.
La de Alemania más, porque pocos saben de la existencia de esa mina, que es la más grande de Europa y ha desplazado a más de 400 pueblos. Se supone que es el país más avanzado del continente, además en ese momento habían elegido al Partido Verde.
Entonces yo dije, “esta es una gran historia para entender la mentira de cómo los estados están sometidos a la industria“. Y también ver los colectivos que se los oponían, a la marcha que grabamos atendieron más de 35 mil personas.

En Galicia, me parecía importante una esta historia más en pequeña escala, en donde las familias se enfrentan a estas hectáreas de eucaliptos, los fuegos que provoca y el ecocidio. El eucalipto es un árbol que toma todos los nutrientes de la tierra, extrae el agua, entonces realmente quita la fertilidad de la tierra.
Y en el caso de los zapatistas en México, los pueblos cholultecas, ahí más bien me sorprendió el logro que estaban obteniendo con su organización, que pueblos indígenas hayan logrado cerrar las instalaciones de una empresa como Bonafont, y que realmente estaban logrando que el agua regresara a las comunidades, a los pozos artesanales y a los ríos.
Me importaba que eran historias de gente que se pone en acción y que logran cosas con eso.

¿Cómo se relaciona esta problemática con los fascismos?
El fascismo surge de una problemática económica de la posguerra, de la Primera Guerra Mundial, se supone que para rescatar la economía de estos países.
En el caso de la historia de Alemania y de Galicia, con la mina y los eucaliptos, empieza con los fascismos. La mina y la industria del carbón las crea Hitler; y la industria de la papelera en España, Franco. Entonces estos fascismos están regresando, donde lo único importa es la economía y las ganancias.
No interesan las historias de las gentes, ni el planeta mismo. No importa si vamos a destruirlo todo, pero las ganancias que vamos a obtener son las importantes. Pero además, estas ganancias están llegando a cada vez menos manos, solo a familia específicas.
Entonces, sí creo que es muy importante convocar a la acción, y convocar de nuevo a la mirada colectiva. Con la colectividad podemos llegar a hacer muchas cosas: las madres buscadoras, por ejemplo.
Estamos viendo cómo esta solidaridad colectiva, y esta vinculación, es lo único que nos puede sacar de cualquier crisis.
¿Cómo entiendes tú el lema zapatista de “el pueblo manda y el gobierno obedece”?
Me parece que justamente habla de que un gobierno tiene que estar al servicio del pueblo, esa es la intención, aunque eso pocas veces pasa en realidad en cualquier territorio del mundo.
Entonces, cuando ellos hablan de eso, se refieren a que lo importante es lo que el pueblo decide a través de las necesidades colectivas, a que las decisiones se tienen que tomar desde el pueblo, desde la gente que está viviendo y sufriendo las consecuencias de lo que está pasando.
Porque se crea un ciclo de destrucción al irrumpir en la vida de estas personas. El extractivismo del agua no es nada más un problema ecológico en el sentido de que los ríos se secan, sino se secan los pozos de las familias campesinas autosuficientes, que han vivido durante años de la fruta que se cultiva en esos territorios. Y de repente llega una empresa, que para enriquecerse, embotella el agua para venderla; y eso genera, a su vez, otro gran problema ecológico.
Al final, ¿qué vamos a comer? ¿dinero? ¿monedas? No podemos comer monedas, necesitamos comer de la tierra y para que la tierra nos siga dando alimento, necesita haber agua, necesitamos regenerarla. Entonces eso nos va a afectar a todos, a los ricos y a los pobres.
Va a llegar un momento en que la crisis va a ser tal, que vamos a tener que vernos forzados a vincularnos y a trabajar en comunidad, a replantearnos la forma en la que nos estamos relacionando económica y humanamente.

¿A qué problemáticas se enfrentaron a la hora de hacer esta película?
En el tema de generar confianza con estos grupos, que supieran que nosotros no éramos un medio que veníamos a extraer información, que no íbamos a difundir esa información sin responsabilidad. Lo que queríamos era que eso fuera visible para que fuera inspirador para otras personas. Eso tomó tiempo, pero al final esa confianza confianza se dio de manera muy genuina y bonita, se volvió una colaboración directa con ellos.
Aunque sí hubo momentos intensos, muy intensos. Ocasiones en donde nos corrían de un lugar porque no podíamos filmar la mina, o cuando la policía finalmente desalojó el campamento en Alemania. Pero afortunadamente ya habíamos logrado filmar lo que necesitábamos.
Pero creo que el problema real lo vamos a enfrentar ahora, con la exhibición de la película. Es mi ópera prima, entonces seguramente hay muchas cosas que aprender; y las cosas se aprenden precisamente cuando te enfrentas con el público.
Esperamos que la película resuene con las personas en un u otro sentido. Me parece que este planteamiento de proponer una energía esperanzadora, que no es lo mismo que el pensamiento positivista de ‘¡ay, no va a pasar nada, todo va a salir bien!’ No va por ahí la esperanza, la esperanza va hacia un motor que nos permita movernos hacia la posibilidad de imaginar otro mundo y de buscarlo.
Entonces yo espero que por lo menos esta frescura de esperanza, que a mí me dio hacer la película y conocer a todas estas personas, se transmita en la película y pueda llegar a los corazones de las audiencias, eso es lo que más deseo, ojalá pase.
