¿Es igual de duro para un hombre ejercer la paternidad en soltería que para una mujer ejercer la maternidad soltera? Esa es una pregunta que se desarrolla a lo largo de la película El hijo de su padre, del director y guionista Aarón Fernández, y la cual compite por Mejor Largometraje de Ficción en el 22 Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).

Gabriel es un hombre preocupado por ser un buen papá; su hijo no tiene mamá, pues fue producto de una “noche loca”, ella prefería abortar, pero Gabriel le pidió que llevara a cabo el embarazo y el parto y él se encargaría del bebé, dejándola a ella en libertad del compromiso de ser madre.

Y así, empieza su vida como padre soltero. Todo parece marchar más o menos en orden cuando entra en crisis porque su madre pretende vender la casa que siempre ha sido de la familia. Los recuerdos del pasado lo aqueja, pues Arturo, su padre (un padre ausente) lo rondan haciéndole ver que él puede ejercer una mejor paternidad para su hijo.

El hijo de su padre es la nueva película de Aarón Fernández, director de Partes usadas (2007) o Las horas muertas (2013) y del polémico documental Un poeta en el ruedo (2019). Con este filme regresa a las historias familiares.

La carga de ser un padre soltero

La cultura popular, la cual es muchas veces reflejo de la vida misma, nos muestra en su mayoría a madres solteras, pero a muy pocos padres solteros. Y, por lo general, al ver historias de padres que se las arreglan solos, parecen más extraordinarias.

En el planteamiento de El hijo de su padre, Fernández pone cuidadosamente muchas mujeres que tejen esa red de apoyo para Gabriel (interpretado por Daniel Damuzi): está su hermana Raquel (Florencia Ríos), su madre Esther (Zaide Silvia Gutiérrez), y Lucero (Ana Sofía Gatica), una escritora de la cual se enamora. Todas ellas son mujeres independientes que se alejan de los estereotipos de género. Están, pero no están para servir a Gabriel, lo acompañan, lo apoyan, pero no ejercen con él esa responsabilidad de crianza. 

Aarón Fernández explicó que quiso hacer ese experimento de cómo sería un padre soltero sin mucha ayuda, enfrentándose a lo que se enfrentan muchas mujeres que deciden (o ni tiene de otra que) ejercer la maternidad en soltería. 

“Para mí era muy importante que Gabriel fuera un papá por convicción, por deseo. Existía la opción de que mamá se hubiera muerto o se hubiera ido, pero no, el gesto de Gabriel de ‘yo quiero ser papá y lo voy a asumir solo’ era fundamental para el personaje. Era mostrar un papá responsable y cariñoso al mismo tiempo que muestra la historia y la ausencia de su propio padre”, dice el director. 

Con este argumento quiso “voltear la tortilla”, ver a un papá soltero, que las mujeres están ahí, aunque no son madres, y que es un caso muy raro, pero existen.

“Sí existen este tipo de hombre que dicen ‘yo quiero’ y se echan el paquete completo y qué es lo que conlleva todo esto”, asegura Florencia Ríos. “Un papá solo es muy cuestionable, una madre soltera no”, agrega, y es ahí donde radica esa conversación que plantea esta historia.