El pasado 16 de octubre se anunció el fallecimiento del cineasta Felipe Cazals, uno de los pilares del cine mexicano moderno. Este realizador nació en Francia el 28 de julio de 1937, pero construyó su carrera en el cine en México, en donde concibió más de una treintena de proyectos fílmicos.
Su cine fue capaz de superar las fronteras geográficas, haciéndose acreedor al Oso de Plata del Festival Internacional de Cine de Berlín gracias a su película Canoa (1976). De igual modo, varias de sus obras formaron parte de festivales de cine a lo largo del mundo, siendo reconocido en España, Rusia, Argentina, Francia y Cuba.
Felipe Cazals también era un contendiente frecuente en los Premios Ariel en México, contando con ocho nominaciones y ocho victorias a lo largo de su prolífica trayectoria fílmica. Ante todo, sus películas se encargaron de retratar una cara del país muchas veces no representada en el cine: la de las injusticias, los abusos, los crímenes y la desigualdad.
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Una mirada al cine de Cazals
El cine de Felipe Cazals abordó una variedad relevante de temáticas y géneros; no obstante, la voz crítica del realizador siempre llegó a encontrarse presente en sus respectivas películas, pudiendo considerarla como un sello distintivo de sus obras fílmicas.
Sus primeros proyectos cinematográficos fueron cortometrajes de carácter documental entre los que destacan Que se callen… (1965), Leonora Carrington o el sortilegio irónico (1965), La otra guerra (1965) y Alfonso Reyes (1965). Poco tiempo después, incursionó en el campo de la ficción a través de la cinta La manzana de la discordia (1968) y Familiaridades (1969).
Un año después estrenó Emiliano Zapata (1970), una cinta basada en la vida del Caudillo del Sur y protagonizada por Antonio Aguilar. Esta producción marcó el inicio de una serie de películas de Cazals en las que dialogaba con algún acontecimiento o personaje histórico con una visión humana, crítica y revisionista de los acontecimientos del pasado. Bajo esta misma línea destacan Aquellos años (1973), La güera Rodríguez (1978), Su alteza serenísima (2001), Chicogrande (2010) y Ciudadano Buelna (2013).
Su paso por la comedia con Rigo Tovar
Por otro lado Felipe Cazals también llegó a enmarcarse dentro de las tendencias que abundaban en el cine de la época, siendo este el caso de la película Rigo es amor (1980) —protagonizada por el famoso cantante Rigo Tovar—, así como Las siete cucas (1981) y Desvestidas y alborotadas (1991) —producciones que pueden situarse en la categoría de las denominadas sexy-comedias.
Sin embargo, una de las líneas temáticas más reconocidas de Cazals y en donde radican sus aportes más grandes a la industria fílmica nacional consistió en el cine de denuncia. Es decir, producciones fílmicas basadas o inspiradas en hechos reales en los que destacaba los abusos policiales, políticos o de las autoridades regionales.
Es aquí en donde se encuentra su película Canoa (1976), basada en el linchamiento de un grupo de jóvenes en una comunidad de Puebla ocurrido en 1968 motivado por el sacerdote del lugar. La cinta recibió reconocimiento internacional e, incluso, ha sido incluida en la Criterion Collection.
Bajo la misma línea sobresalen El apando (1976) —filmada en la famosa prisión de Lecumberri—, Bajo la metralla (1983), Los motivos de Luz (1985) y el documental Digna: Hasta el último aliento (2004), el cual se centra en la vida y muerte de la defensora de Derechos Humanos Digna Ochoa.
Una pandemia a la mexicana
Dentro de la extensa filmografía de Cazals sobresale una cinta perteneciente a un género cinematográfico que no ha sido explorado con frecuencia dentro del cine mexicano, se trata de la película El año de la peste (1979). Ésta cuenta con un guión de Gabriel García Márquez, José Agustín y Juan Arturo Brennan, inspirado libremente en la novela de Daniel Defoe Diario del año de la peste (1722).
La cinta reúne a un importante elenco entre los que destacan Alejandro Parodi, José Carlos Ruiz, Rebeca Silva, Tito Junco, Ignacio Retes, Eduardo Alcaraz, Humberto Elizondo y Daniela Romo. Asimismo, fue filmada en locaciones reconocidas de la capital del país.
Su trama gira en torno a una epidemia de peste que se presenta súbitamente en la Ciudad de México. Esta película comienza mostrando cómo un hombre que viajaba en el metro cae muerto sin el menor preámbulo. Posteriormente, en el servicio médico forense, los médicos concluyen que murió como consecuencia de una bronconeumonía, siendo, así, un caso más que se suma al número de misteriosas defunciones en torno a este padecimiento.
Un médico, alarmado por la situación y las consecuencias que una epidemia descontrolada de este tipo podría tener, procede a informarle a las autoridades nacionales acerca del resurgimiento de la peste en México. No obstante, los políticos optan por no decretar una epidemia con el objetivo de no alarmar a la ciudadanía ni desestabilizar económicamente a la nación.
El caos no tan distante
La situación se agrava, los muertos van aumentando hasta el grado de que los fallecimientos ocurren en las calles y se llevan a cabo entierros masivos. A pesar de la acelerada propagación de la epidemia y del alto índice de fallecidos, las autoridades continúan sin tomar cartas en el asunto de forma decisiva.
Han sido pocas las producciones mexicanas que han abordado o considerado centrar la trama de sus cintas en alguna enfermedad y, mucho más escasas, las que lo hacen partiendo de una epidemia. En este caso, Cazals presenta una visión distópica de la Ciudad de México asolada por una letal enfermedad cuyo relato, macabramente, cuenta con múltiples similitudes con lo acontecido en la actual pandemia por el virus del Covid-19.
Más allá de la presentación de este panorama distópico, El año de la peste cuenta con una profunda lectura política, en donde se cuestiona, directamente, qué es lo más importante para un gobierno: ¿las recaudaciones fiscales y la economía? ¿O la salud y el bienestar de su ciudadanía? Ante todo, se trata de una película adelantada a su época que se presta a nueva relectura partiendo del contexto actual del México pandémico.