Cristina Pacheco… la periodista de los invisibles
Aquí nos tocó vivir dio voz a quienes no la tenían y logró que la Unesco lo reconociera como Memoria del Mundo en México.
Por: Eduardo Gutiérrez Segura
“Aquí nos tocó vivir” se convirtió en una frase que es parte del ideario cultural de los mexicanos, fue el nombre que la periodista Cristina Pacheco eligió para el programa en el que dedicaba su tiempo a mostrar a los invisibles, a darle voz a aquellos que no la tenían… a la gente común, en sus espacios cotidianos.
Hoy, a los 82 años, el icono de la televisión pública mexicana trascendió, dejando atrás una estela de enseñanza e inspiración a varios de seguir sus pasos de informar. “El periodista es un servidor como cualquier otro, no tiene por qué estar en una posición superior”, era la filosofía con la que vivió Pacheco.
Hasta siempre: Murió Cristina Pacheco, escritora, periodista y conductora de Aquí nos tocó vivir
¿Cuál fue la importancia de Aquí nos tocó vivir?
Inspirada en una frase fundamental de “La región más transparente”, de Carlos Fuentes, la conductora ideó el nombre de la aventura que durante 45 años la mantendría frente a la cámara de la televisión pública, en el Canal Once, y recibir un sin número de reconocimientos por su labor al conocer el día a día de los chilangos.
El proyecto ideado por Cristina logró que la UNESCO lo nombrara como Memoria del Mundo en México, el primer reconocimiento de este tipo. El periodismo de Pacheco no volteó a las esferas del poder, se enfocó en quienes vivían en vecindades, a un brujo que “hacía trabajos” en la colonia Nueva Aragón, a todos aquellos a los que la TV nunca les dio lugar.
La estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM, que logró forjarse como escritora, comenzó su andar en “Aquí nos tocó vivir” en 1980, con el que aprendió que su oficio “es duro, muy hermoso y hay que respetar las palabras, la verdad y no alterarla”, expresó en su momento.
Su proximidad con la gente lograba que nadie se sintiera intimidado ante el foco y el micrófono. Inolvidable la manera en la que se dirigía a una señora para decirle lo impresionada que la tenía por su porte y comenzar entonces una charla en la que no quedaba nada por revelar.
La ganadora del Premio Nacional de Periodismo, en 1985, era una apasionada de Chilangolandia, de la que se convirtió en su mejor cronista. “El hecho de vivir en esta ciudad, ha definido todas mis cosas”, reveló en alguna oportunidad la que fue musa de José Emilio Pacheco.
Una pasión desde la infancia
A Pacheco el anhelo de querer ser escritora se lo impulsó una de sus maestras, que en tercer año de primaria la reprendió por alborotar a sus compañeros de clase; bajo la supervisión de esa mujer conoció la disciplina, el orden y la llevó a los concursos de oratoria, que le dejaron su pronta capacidad de improvisar.
Cristina hablaba de sus más cercanos, como su papá al que amó, a través de personajes a los que les inventaba cuentos para contar su vida, aunque no fuera la historia verdadera. Por la necesidad de más dinero buscó la oportunidad de escribir en periódicos, se la dieron en El Día y en Ovaciones.
Sin máquina de escribir su labor fue ardua, mientras por las mañanas estaba en Difusión Cultural de su alma mater, por las tardes entregaba sus notas llenas de rigor, mientras estudiaba en la máxima casa de estudios, en donde conoció a su gran amor, José Emilio, gracias a Carlos Monsiváis.
Siendo una mujer aislada con un círculo cercano muy pequeño, en el que se encontraba gente de tanta valía como Juan José Arreola, encontró en la televisión y en las calles de CDMX, al ritmo de Pérez Prado, esos relatos en los que los primeros protagonistas fueron maestros de obra, porque el suyo inició como un programa de arquitectura.
“Hay una verdad que pudimos captar”, expresó en sus primeras transmisiones. Así, caminando por esas sendas sació su interés por la vida humana. Su primera apuesta fue por entrevistar a quienes construyeron el fraccionamiento más cercano al Estadio Azteca y las mujeres que caminaban diario por ahí y que on piedras defendían su dinero de asaltantes.
“Fue una experiencia maravillosa, ver a las personas verse”, aceptó Cristina, quien logró que las personas se expresaran como nunca pensaron que lo lograrían. Su camino fue el ideal y con su idea de “hacer periodismo en la calle”, cosechó más que simple fama, sino la inmortalidad, no solo entre el público de sus amores, sino en el mundo.
La periodista que creció al lado de su audiencia, agradeció siempre haber podido hacer “una especie de álbum de familia, así concibo yo Aquí nos tocó vivir”, dijo, con una fórmula en la que las vidas de quienes conoció nunca se fueron de la suya porque siempre los llevó en su corazón.
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