Los lienzos de Akira Yamaguchi evolucionan en mundosparalelos. Exploran el concepto del cómo las temáticas del grabado japonéspodrían ser en la actualidad. Debaten entre sus raíces históricas y losambientes occidentalizados en las que hoy en día vive el Japón.
La mayoría de sus piezas juguetean entre el choque deaparentes conceptos opuestos. A primer vistazo, todo parece ser bastanteromántico y acorde a la estética clásica del yamato (corriente pictórica anterior al ukiyo, correspondiente al periodo Heian), al introducirse con tenuequietud, una suerte de anacronismo se palpita: elementos modernos ytecnológicos cotejan escenas tradicionales.
Caballos motorizados son montados por ancestrales samuráis ymilitares corpulentos, mientras en los establos sus partes mecánicasintercambian. Ciudades futuristas dónde perdura el Nihon Kenchiku (arquitectura japonesa pre-moderna)y sus techos curvos de azulejos de cerámica. Templos shintoístas convergen condistribuidores viales y edificaciones culminantes en cúpulas románicas.Abrazada por nubes, la descomunal Torre de Tokio permuta su mirador por unapagoda.
Y es que si en la tierra del manga y las yamambas ha cuajadouna corriente artística en la ultima década, sin duda, se debe destacar al Neo Nihonga —en su significantetraducido literalmente como pinturas estilo neo-japonés.
Artistas como el demente Tenmyouya Hisashi, la angelicalFuyuko Matsui y el mismo Yamaguchi, se rigen bajo los parámetros de lailustración tradicional nipona, pero añaden elementos populares e irónicos.
En el caso de Akira, la búsqueda de su ser, mezclada con suformación académica y sus influencias gráficas, dan como resultado postales tanidílicas como interrogantes.