Yucatán es conocido por sus haciendas; se calcula que hay aproximadamente 300, abrazadas por la selva peninsular.
Salpicadas en los municipios de Cuzamá, Chocholá, Hocabá, Homún, Izamal, Motul, Sotuta, Tecoh, Tixkokob, Umán, entre otros, las haciendas surgieron entre los siglos 17 y 19 por el impulso de familias españolas que poseían extensos territorios, pero hasta la segunda mitad del siglo 19 y principios del siglo 20 es cuando vivieron su total esplendor.
La mayoría se dedicaban al cultivo y la producción del hilo del henequén, mejor conocido como “oro verde”, pues gracias al auge durante esa época, la península presumía una bonanza económica sin precedentes.
El henequén servía para hacer cuerdas, costales y hamacas, pero la llegada de fibras sintéticas acabó con todo. Y las haciendas quedaron destinadas al paso del tiempo o al olvido.
Aunque, entre las conservadas o renovadas, hay unas cuantas abiertas a los viajerxs deseosos de una aventura inolvidable.
Que corra adrenalina: Hacienda Sotuta de Peón
La Hacienda Sotuta de Peón es un atractivo turístico de la península de Yucatán, pues es de las pocas que continúa trabajando el henequén como hace más de 100 años.
En ella, los viajerxs son testigos de la transformación de esta planta parte de la familia de los agaves en fibra al pasear por los cuartos de máquinas, las áreas para desfibrar y la zona de empacado.
Sin embargo, con Experience Mayan Expedition se muestra la parte más emocionante de este lugar. A bordo de cuatrimotos, con cascos y goggles, y traje de baño debajo, se recorren sinuosos caminos a través de campos henequeneros y partes de selva.
Al paso de una hora y cuando ya no se soportan los más de 35 grados de temperatura, entonces llega el remedio: Dzul Há y Sac Nicté, dos cenotes dentro de la misma hacienda en los que se halla frescor al adentrarse en las cavernas y gozo al lanzarse al agua.
Con suerte, para el regreso, Chaac (dios maya de la lluvia) puede atender las plegarias de los extraños para que el paseo sea aún más divertido y refrescante. Se agradece terminar empapado, de pies a cabeza, sin rastro de calor.
Con porte de hacendado: Zamná
En la Hacienda Zamná, esencialmente ganadera, cualquiera se puede sentir hacendado a lomo de caballo.
Solo hay que elegir si se desea recorrer la inmensa propiedad en la mañana o al atardecer, y autocalificar las habilidades para cabalgar. Una vez hecho esto, los caballerangos sueltan las riendas de “Gemela”, “Colmillo Blanco” o “Chela” a los recién llegados para conocer los jardínes de la hacienda y los sembradíos de zacate estrella hasta los criaderos.
Ahí hay borregos pelibuey, dorper, katahdin, cabeza negra y panza negra, con sus respectivos corderos, a los que se puede cargar, acariciar y hasta alimentar.
Y como la serotonina y la endorfina ya se hicieron presentes, para el regreso se puede desatar la adrenalina si se desea, ya sea trotando o galopando a toda velocidad por el campo hasta la casa de estilo colonial.
En Zamná también se puede reservar un recorrido de leyendas mayas, ya sea en carritos o en bicicleta y se puede rentar la hacienda entera por un mínimo de tres noches, y entonces todos los recorridos ya están incluidos.
Al corazón de la selva maya: Hacienda San José
En el anexo de Hacienda San José, que solía ser ganadera, hoy se esconde un oasis de calma en medio de la selva: Belilula, donde puedes “cambiar tu camino por otro”.
A este lugar se llega para desconectarse de todo literalmente (solo hay WiFi en el comedor principal) y para disfrutar de los cálidos días desde la piscina o merodeando por los alrededores, y de las noches estrelladas a través de su telescopio y en compañía de una fogata.
También hay tours de avistamiento de aves, clases de yoga o talleres para hacer pizza o pasta artesanales bajo la guía de Cambray Catering.
Se puede pagar un pasadía con alimentos, aunque hay seis tiendas de campaña con cama King Size al interior y un cómodo baño a un costado para tener la experiencia completa. En plan de amigos se puede rentar el lugar para disfrutar de todo en exclusiva.
Aguas sagradas del Mayab
Para revivir la época más próspera de Yucatán con el henequén basta con recorrer la Hacienda Mucuyché, cuyos primeros registros datan del siglo 17 y que se encuentra casi en su estado original.
Aunque su principal atractivo para los viajerxs son los cenotes Carlota y Azul Maya, que presumen las más cristalinas aguas y con las que combaten la calidez propia de la península yucateca.
El primer cenote se llama así porque en 1865 la Emperatriz de México, Carlota, en un viaje con destino a Campeche, llegó a Mucuyché convirtiéndose en la primera persona en bañarse ahí.
Con mucho gusto: Xcanatun
Cualquier travesía por Yucatán resalta por los sabores tradicionales de su gastronomía. Dentro de Mérida, el restaurante de la Hacienda Xcanatun, Casa de Piedra, seduce al paladar con ingredientes locales y de temporada, y donde el brunch dominical está protagonizado por una cochinita pibil cocinada lentamente bajo tierra desde el día previo.
Micaela Mar y Leña también es uno de las opciones favoritas dentro la capital con tuétanos a las brasas, mole de ceniza o mole negro y mextlapique de camarón mantienen a este estado entre los favoritos de los paladares mexicanos.
Aunque también hay espacio para cocinas internacionales, como la francesa en Avec Amour, donde cada jueves no solo se disfruta de sus platos, sino también de la Serenata Yucateca en el escenario del Parque Santa Lucía.
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