En mercados, tianguis, escuelas, parques y hasta en las estaciones de la colapsada Línea 12 del Metro; en todos los puntos neurálgicos de Tláhuac es posible observar a decenas de mototaxis haciendo fila para cargar pasaje. Desde hace más de dos décadas, las motocicletas con calandrias a cuestas y los carritos eléctricos forman parte del paisaje urbano en esta alcaldía de la periferia capitalina.
Al recorrer las calles de Tláhuac es posible observar cómo este medio de transporte alternativo está sumamente arraigado en la comunidad. No solo se aprecian circulando con pasajeros o en busca de ellos. Además, hay muchos estacionados sobre la banqueta o frente a los domicilios de vecinos que han hecho de ellos tanto una forma de sustento como opción de movilidad en la alcaldía con menos transporte de la ciudad y que, por si fuera poco, sufre los estragos del colapso de la Línea 12 del Metro.
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Mototaxis: movilidad y autoempleo en Tláhuac
Los mototaxis no son un fenómeno exclusivo de Tláhuac. Es posible encontrarlos regularmente en otras alcaldías capitalinas, como Xochimilco e iztapalapa. También existen en otras entidades, como Edomex, Morelos y Oaxaca. Pero en pocos lugares son tan numerosos y se encuentran tan arraigados a la movilidad y la economía barrial como en Tláhuac, donde brindan transporte a los vecinos por 7 pesos, aunque el costo del viaje puede incrementar en función de la distancia, la hora y hasta el clima.
En Tláhuac, los conductores están agrupados en organizaciones que forman bases en los puntos más transitados de sus colonias. Don Armando forma parte de una de estas organizaciones desde hace 14 años. En entrevista, comenta que su acercamiento se dio al buscar una fuente de ingresos:
“Aquí por la casa hay una base y me fui acercando a ellos. Me veían un poco raro porque no me conocían. Les dije que si me daban permiso de formarme y me decían que no, porque ellos pertenecían a una organización”.
Don Armando
Pero don Armando insistió. Contó a los mototaxistas que no tenía trabajo y les habló de sus necesidades económicas. Eventualmente lo dejaron formarse en la base para trabajar, todavía sin pertenecer a la organización. Luego comenzó a acudir a las juntas hasta que al final lo dejaron integrarse.
Los mototaxis se congregan afuera de las primarias a la hora de la salida. También en los mercados, para trasladar a las ‘marchantas’ con su mandado, pero sobre todo en las estaciones de la Línea 12, para llevar hasta el interior de las colonias a quienes descienden de las unidades habilitadas por el Gobierno como transporte emergente desde el colapso del Metro.
En la base de mototaxis ubicada frente a la estación terminal, Tláhuac, trabaja José. Su jornada termina hasta la 1:30 de la madrugada, intentando agarrar a los pasajeros del último camión que llegue a la estación.
Alrededor de la medianoche hicimos un viaje con José, que nos salió en 15 pesos debido a la hora. En el trayecto el conductor tuvo que sortear los baches de las calles precariamente pavimentadas. El zangoloteo resultante se asemeja a la Medusa de Six Flags. Lo anterior desincentiva a algunas personas a viajar en este tipo de transportes, donde el pasajero no tiene ningún tipo de protección. Sin embargo, se trata de una opción económica y de una alternativa para prevenir los asaltos.
“Sabemos que no es un servicio de lujo, pero es más seguro que caminar a esta hora”, comenta José, quien empezará una nueva jornada de trabajo a las 8:00 a.m. “La gente se viene con nosotros por lo económico”, agrega. A esa hora, tan solo el ‘banderazo’ de un taxi convencional cuesta lo mismo que el viaje completo en mototaxi. En este transporte alternativo convergen necesidades: la económica de los conductores, la de movilidad de los usuarios y la de transitar por la colonia con seguridad.
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Luchan por reconocimiento
Pero no todo ha sido color de rosa con los mototaxis en Tláhuac. El 20 de julio de 2017 la Marina abatió en un operativo en la colonia Conchita a Felipe de Jesús Pérez Luna, alias ‘El Ojos’, líder del Cartel de Tláhuac, grupo delictivo ligado al narcotráfico. Investigaciones revelaron que Pérez Luna se apoderó de un grupo de alrededor de 90 mototaxistas a quienes presuntamente usaba como halcones. Una semana después, el gobierno capitalino implementó un operativo para decomisar unidades en toda la alcaldía. El entonces secretario de movilidad, Héctor Serrano, explicó que los mototaxis no estaban regulados y cerró tajantemente la puerta a la idea de regularizarlos.
Pero las autoridades no se preocuparon por brindar de manera formal el servicio que estos vehículos prestaban, ni por ofrecer alternativas de empleo a los operadores. Pronto las necesidades económicas de los conductores y las de movilidad de los usuarios volvieron a converger y los mototaxis estuvieron de vuelta, como lo habían estado regularmente desde dos décadas antes.
Desde entonces, los mototaxistas de Tláhuac luchan por ser reconocidos y por desmarcarse del estigma impuesto por las autoridades:
“El transporte de mototaxis no está regulado. Nosotros estamos peleando desde hace varios años por que nos regularice SEMOVI, porque se oía el comentario de que el transporte de mototaxis iba ser eliminado. Entonces nosotros queríamos que nos regularizaran para que nuestra oferta de trabajo estuviera segura”, comenta Don Armando.
Poco a poco las autoridades han tenido que ceder. En 2020 la SEMOVI otorgó a los mototaxis y a los carritos de golf el estatus de “transporte de barrio”. Lo anterior no implica un reconocimiento formal, pero es un paso para ello. El gobierno realizó un censo de vehículos, mientras que los conductores también pusieron de su parte. Actualmente, cada unidad está debidamente identificada con un número de placa a fin de garantizar la seguridad de los usuarios. Para obtener ese número, los operadores tienen que cumplir ciertos requisitos:
“Nos piden los papeles de la moto y la factura para demostrar que no es robada. También nuestra identificación, acta de nacimiento, licencia de manejo y tarjeta de circulación”.
Don Armando
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Amor al vehículo
Como en cualquier negocio, los mototaxistas deben invertir para obtener ganancias. Para empezar, deben pagar una cuota que varía de organización a organización. En la organización de Don Armando la cooperación era de 240 pesos semestrales. Sin embargo, el cobro se suspendió desde la pandemia. La única regla que se mantiene es la de que cada miembro debe aportar 50 pesos en caso del fallecimiento de uno de sus integrantes. El dinero recaudado se canaliza a la familia del muerto. Las organizaciones funcionan como una red solidaria.
Por su parte, en la organización de Gabriel, la cuota se mantiene. Es de 100 pesos semanales, pero da a cada integrante acceso a ciertos beneficios:
“Si tienes algún accidente y haces tus cooperaciones, no te quedas sin trabajar. Algunos compañeros te pueden prestar una unidad. También te pueden dar algo para que te alivianes en lo que te levantas, o para que arregles tu unidad”.
Por otro lado, los conductores invierten en sus vehículos. Una calandria tiene un costo de entre 1000 y 3000 pesos dependiendo el tipo de lámina, varilla y lona que se le coloque.
“Aquí entra la actitud de cada chofer. A mí en lo personal me gusta traerlo lo mejor que se pueda. Le hacemos esto y le metemos lo otro para que se vea mejor, aunque todo eso cuesta”.
Don Armando
Las calandrias se pueden fabricar con cualquier herrero. También se pueden adquirir usadas o en casas de empeño. Gabriel, por su parte decidió fabricar su propio vehículo. ‘Optimus’ o ‘El Rey de Reyes’ era un vehículo que las purificadoras de agua utilizaban para transportar garrafones. Él le añadió láminas y cristales para protegerse del viento y la lluvia. También le agregó letreros y decoraciones para convertirlo en un ‘transformer’.
Gabriel es mecánico por las mañanas y complementa su ingreso conduciendo por la tarde-noche un carrito eléctrico que convirtió en taxi. El empeño que pone en ‘enchular’ su vehículo muestra la forma en que los mototaxis se han convertido en parte importante no solo de la movilidad, sino también de la economía y del folclor de Tláhuac.