Coatlicue y la Virgen de Guadalupe son madres protectoras que tuvieron hijos destinados a ser salvadores, conoce más de sus similitudes.
Es un 13 de agosto de 1790, un día normal para quienes laboran en las obras de remodelación del municipio, mientras remueven el piso de la plaza Mayor.
Una enorme figura se asoma: es una estatua de la diosa Coatlicue.
Antes de la Virgen de Guadalupe existió Coatlicue
Según Las Cartas Mejicanas de D. Benito María de Moxó, lejos de ser destruida o aprovechada para la construcción, el virrey Revillagigedo vio en ella “un monumento tan precioso”.
Por eso ordenó su traslado inmediato a la Real y Pontificia Universidad de México.
La fascinación no duró mucho tiempo y volvió a ser enterrada. Y es que las autoridades creyeron que podría avivar entre los “indios” sus antiguas creencias.
Las cuales había sido extremadamente difícil sustituir por la fe católica, además los habitantes de la Nueva España ya tenían otra madre, la Virgen de Guadalupe.
¿Quién fue Coatlicue?
Madre de dioses y de mortales, creadora de vida y de todo lo que conocemos, Coatlicue también conocida como “la de la falda de serpientes” está relacionada con otras diosas como Omecíhuatl, o Teteoinan y Cihuacóatl.
A más de una de ellas e incluso a Guadalupe, se les ha denominado Tonantzin, cuyo significado es “nuestra madre venerada”.
A pesar de que el aspecto de Coatlicue puede resultar intimidante, con sus manos y pies en forma de garras y las serpientes que lleva por rostro, todo ello simbolizaba fertilidad, el ciclo de la vida y la muerte.
Fue ella quién parió a muchísimos dioses, de ahí sus pechos caídos, además moldear la identidad y las creencias del pueblo mexica.
Identidad compartida
Fue el 12 de diciembre de 1531 cuando la imagen de la Virgen de Guadalupe fue creada como la conocemos.
Su diseño se le atribuye al indígena Marcos Cipac de Aquino, un escribano o “tlacuilo”, que además era pintor.
Hecha a imagen y semejanza de la población que había sido sometida y conquistada ayudó a cimentar la fe católica.
Su bella imagen reconforta, su manto estrellado, combinado con su piel morena, tan parecida a la nuestra, hace que mucha gente se identifique con ella.
Desde entonces, su imagen se volvió el ícono religioso mexicano por excelencia. De hecho, Malgorzata Oleszkiewicz Peralba, autora y doctora de lenguas latinoamericanas de la Universidad de Texas, relata en su libro La Maddona Negra en Latinoamérica y Europa: Tradición y Transformación, que la creación de una versión de la madre del mesías judeo-cristiano con piel oscura y rasgos que consideramos inherentes a los mexicanos, contribuyó en gran medida a la construcción de la identidad mestiza.
Los elementos que comparten Coatlicue Tonatzin y otras deidades femeninas con la Virgen de Guadalupe son el papel de figura materna, de creadoras y protectoras que ofrecen consuelo en momentos difíciles.
Esta última cualidad está más marcada en Guadalupe Tonatzin, pues Coatlicue, al igual que muchas deidades prehispánicas, tiene ese ambigüedad en la que, si bien es capaz de crear, también puede destruir.
La Virgen de Guadalupe y Coatlicue: Origen diferente…pero igual
Los mitos de estas divinidades comparten simbología como el sol, la luna y las estrellas.
No solo eso, Coatlicue queda embarazada debido a un puñado de plumas, mientras que la Virgen María se embaraza por obra del espíritu santo.
Aunque de diferente tiempo, el resultado es el mismo, las deidades de ambos cultos son madres protectoras, que parieron hijos destinados a ser salvadores.
Sin embargo, sus figuras son interpretadas de forma muy diferente. Coatlicue conserva rasgos amenazadores, que según quienes la han estudiado, “atrae y repele a la vez”.
Por su parte, la virgen morena tiene un semblante más apacible y dulce, reconfortante.
Tepeacac y Tepeyac
Asimismo, el cerro del Tepeyac era el lugar de culto religioso para los mexicas, ahí veneraban a sus diosas-madre y el día festivo más importante era el 12 de diciembre, la misma fecha que se celebra la aparición de la Virgen de Guadalupe.
Esta información ha sido motivo de debate entre los historiadores, sin que hasta la fecha haya un acuerdo sobre si ese lugar, era o no, un sitio de congregación religiosa.
Lo cierto es que, Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de la Nueva España, escribió sobre un “montecillo que llaman Tepeacac”.
El cual posteriormente fue conocido por los españoles como Tepequilla y después nombrado “de Nuestra Señora de Guadalupe”.
Retorno al origen
También señala que en ese lugar había un templo dedicado a la madre de los dioses, a quien también llamaban Tonantzin.
Le hacían sacrificios y mucha gente llegaba de tierras lejanas al festejo, lo que suena muy similar a la celebración guadalupana.
El culto a La Virgen de Guadalupe, es uno de los más extendidos en México y más allá de sus fronteras, su presencia en gran parte de Latinoamérica, en Francia y su culto extendido en Estados Unidos son prueba de ello.