Por qué hice un voto de celibato
¿Por qué alguien decidiría imponerse un voto de celibato? Aquí la historia de una persona que lo hizo para mejorar la relación consigo misma.
Por: Redaccion ac
Vía: Fernando Cano
Hace ocho meses, decidí hacer un voto de celibato conmigo mismo que no tuvo nada que ver lo religioso. En mi vida, el sexo, el amor, la opresión, las drogas y la fiesta habían tergiversado la eterna búsqueda de la felicidad y del yo. Era momento de hacer una pausa, de repensar y reordenar mis prioridades.
Historia de mi voto de celibato
Antes de mi voto de celibato, acababa de salir de un consumo violento de cristal meth. Estaba agotado física, anímica, emocional y mentalmente. Había dejado todo lo que quedaba de mí en ese cuarto de hotel oliendo a una mezcla de Rosa Venus y fluidos corporales, con las sábanas en el piso por el que habían desfilado equis cantidad de personas en busca de ese efímero momento de placer que se experimenta la primera vez de consumo de cristal. “Pero dicen que la primera vez que uno se mete crystal no se vuelve a revivir”.
Atravesé por un largo peregrinaje de parejas inestables. También por un eterno drama amoroso en busca de la felicidad. El vértigo. La esperanza. El éxtasis del momento. La euforia de las sustancias y el devenir invariable que se derrumbaba hasta tornarse en conflictos, dudas, intermitente desapego de mis parejas hacía mí y de mí hacia mis parejas. Y después, la búsqueda constante en las aplicaciones de ligue por encontrar ahora sí a la pareja ideal, por hacer las cosas diferentes, por cambiar, por ser mejor que la vez anterior, por no usar drogas en mis relaciones, por no buscar chemsex, por tener una relación sana.
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Fobia interiorizada
Y entonces, ir de persona en persona tratando de buscar el remedio a algo que no alcanzaba a comprender y que buscaba sanar de un modo u otro. Intentaba y seguía intentando tener una relación con mi sexualidad y no sabía, no alcanzaba a saber que no tenía una relación con ella porque no terminaba de comprenderme, porque no terminaba por aceptarme. Me tomó muchos años darme cuenta de mi auto rechazo. Ese era el primero de mis problemas: la fobia interiorizada…
Dicen que el primer paso es aceptar que hay un problema. Pero aceptar mi fobia interiorizada y hacer algo para remediarla son dos cosas distintas. Entre un paso y otro hubo años de terapia, años de maltrato físico, de autolaceración, de abuso de sustancias y de abuso sexual autoimpuesto. El uso de las aplicaciones de ligue se había convertido en una moneda de cambio que había aprendido a [mal]usar y que paliaba superficialmente el instinto sexual que se activaba frecuentemente en la búsqueda de seudo satisfacer una necesidad burda autoimpuesta.
Por años había entrado y salido de micro relaciones (tóxicas y efímeras todas ellas), luchando entre el abuso de cristal meth, terapias psiquiátricas para tratar de entender por qué me hacía tanto daño e intentos fallidos de dejar el consumo y estar en terapias farmacológicas con muchos esquemas. Intenté con TODOS los esquemas posibles: ansiolíticos, antidepresivos, antipsicóticos, antiepilépticos, neuroestabilizadores, estimuladores. Traté con cualquier combinación posible; con cualquier cantidad posible. Había periodos de cierta tranquilidad. Pero eventualmente siempre regresaba a sentir el desasosiego del consumo de cristal y la pulsión por satisfacer el instinto sexual.
Estaba cansado de todo, de las voces en mi cabeza que se colaban siempre en el último consumo de sexo y cristal desenfrenado en busca del máximo placer y que me terminaban diciendo que todo iba a estar bien, que lo que debía hacer era intentarlo de nuevo con el siguiente, el indicado, que en algún lugar lo iba a encontrar.
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Surrender to win.
En el argot de Narcóticos Anónimos, hay que derrotarse. Esa fue una lección dura de aprender, pero en algún momento tuve que dejar de hacerle caso a una de las voces que me decían que siguiera buscando el placer. Un placer fugaz y frugal; químico y sexual. Muchas veces escuché en tribuna experiencias de algunas personas decir que llegó a ser doloroso drogarse y yo no alcanzaba a imaginar ese dolor. Desde mi privilegio pensaba que siempre iba a ser placentero drogarse, siempre iba a haber un dejo de placer.
Llegó el día en el que comprendí que en verdad puede ser doloroso drogarse. Físicamente doloroso drogarse. Desesperantemente doloroso drogarse. Desear con todas tus fuerzas no drogarte. Tener la jeringa en la mano y desear no desearlo ni tener que dirigir esa aguja a tu brazo. Voltear a todos lados y desear que alguien te detuviera. Querer no estar solo en un cuarto de motel y no estar abandonado de tu voluntad para poder parar. No estar abandonado de ti mismo después de una noche violenta de consumo.
Así que tuve que rendirme, tuve que dejar de hacerle caso a las voces que me decían “sigue buscando”. Dolía su letanía, sentía el dolor de la aguja mal canalizada en mi brazo. Se había acabado la fiesta. Me costaba trabajo distinguir el humo que se disipaba. No sabía si era humo o niebla. Fue entonces cuando me di cuenta que estaba perdido. Estaba solo. Nadie me iba a ayudar a encontrar la salida. Tenía que encontrarla por mis propios medios. A gatas o a rastras si era necesario ¿Cómo sales de un cuarto que no tiene puertas ni ventanas?
Había que regresar al primer paso. Al origen. “A admitir que era impotente ante mi adicción y que mi vida se había vuelto ingobernable”. Dicen los Narcóticos Anónimos que el primer paso es el más doloroso, pero además dicen que lo es porque no es transitorio. Es reiterativo. Hay que estarlo transitando constantemente. Es decir, hay que estarlo aceptando insistentemente frente al espejo. Todos los días: en voz alta, en la regadera, en el desayuno, cuando caminas, cuando corres, cuando huyes, por las mañanas, por las tardes, por las noches. ¡En la tribuna! Por eso los narcóticos anónimos van tanto a juntas. Por eso participan tanto: para que no te olvides lo que eres y para que no te olvides del fango del que saliste. Porque la tinta con sangre entra. Porque polvo eres y en polvo te convertirás dirán los creyentes.
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Baby steps
Después de toda una vida de acompañamiento psiquiátrico, yo ya no tenía más ánimo para intentar uno más: no más combinaciones ganadoras de fármacos, no más “este es el bueno”, no más “es que no te supieron medicar”, no más “vamos a intentarlo desde cero”, no más “date la oportunidad de volverlo a intentar”, no más “es que no supieron abordar tu déficit de atención”, “tu trastorno límite de personalidad”, “tu trastorno bipolar”.
Así estuve un tiempo sin ser vigilado médicamente y sin terapia psicológica hasta que me presentaron a Hugo, a quien mi hermana Paola contactó inicialmente. ¡Bendita soterrada insistencia de mi familia por quererme ayudar! Mi hermana buscó incansablemente ayuda para mí hasta dar con el mejor psiquiatra para casos como el mío, experto en farmacología y enfermedades relacionadas con consumo de sustancias y trastornos de la personalidad.
Por fin, alguien no quiso encontrar el hilo negro de mi vida y el origen de todos mis males. ¡Que eso sea el asunto de alguien más! Su intención era más sencilla: tener un esquema farmacológico adecuado para contrarrestar los efectos del cristal. Después de varias semanas de ajustes de fármacos, logramos la paz mental y el equilibrio con mis medicamentos. ¡No más cravings por consumo de cristal! Aunque sencillo no fue.
Fueron semanas de tener un bruxismo de miedo, de dolores en la espalda baja, de un dolor que empezaba en el cóccix y que me recorría toda la columna hasta la cabeza y no me dejaba concentrarme incluso en tareas sencillas, contracción de extremidades, de dolor de uñas. Pero Hugo supo navegar en todo ese mar de medicamentos que tomaba, supo cuales quitar de tajo, cuales disminuir poco a poco, cuales dejar temporalmente y cuáles eran las metas que teníamos que trazarnos a corto, mediano y largo plazo en términos farmacológicos. También supo inyectarme paciencia.
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The Big Picture
Constantemente pienso en lo roto que estoy. Sé que hay un gran camino por recorrer. Sé que siempre voy a estar roto. Si estar roto como estoy es culpa mía o por mis traumas infantiles o por mi actual fobia interna o por culpa de alguien más en mi infancia o juventud poco importa ya. Lo que importa es saber qué tanto puedo arreglarme yo, desde aquí, a partir de este punto. Lo mucho que pueda lograr, será ahora sí un logro mío. Tal vez no pueda arreglarme del todo. Pero regresando a los primeros pasos, uno de ellos es aprender a amarme exactamente como soy, aunque infatigablemente parezca y sea la tarea más difícil de todas.
Quiero aprender a cargar sólo con lo que me corresponde, reivindicar mis propias experiencias de vida, mis heridas de guerra, dejar de ocultar mis historias, aunque muchas veces yo mismo las descalifique. Una de las razones por las que dejé de frecuentar Facebook fue porque me sentía alienado en un mundo donde todos aparentábamos cosas que a veces no sentíamos. Fue quizá por esa razón por la que empecé a frecuentar Twitter. Creía que podía ejercer una conciencia más libre, más auténtica, en un ecosistema en el cual nadie me conocía. Pero poco a poco me di cuenta de que no es así.
Me di cuenta de que el del problema soy yo, que quien no tiene capacidad de ejercer libremente su conciencia soy yo. Que tengo muchos fantasmas que me rodean y que tal vez, sólo tal vez poco a poco logre ir despejándolos con el tiempo, con la ayuda de mis fármacos, con buenos hábitos, con una vida saludable. Hoy puedo decir que mis fármacos son mis amigos.
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¿Cómo me siento con mi voto de celibato?
¿Y el sexo? Bueno, esa es una historia muy complicada a la cual decidí ponerle una pausa. Hace poco Ariel me preguntaba si después de estos ocho meses en voto de celibato no creía tener una mejor relación con mi sexualidad. Pero para responder esa pregunta debería existir contacto con ella. La verdad es que estoy ocupado en sanar otros aspectos de mi persona y creo que aún no es el momento de tener un acercamiento con mi sexualidad.
Este voto de celibato autoimpuesto no tiene lineamientos claramente definidos. Ni siquiera tiene un punto claro de inicio. Digamos que en algún momento me di cuenta de que estaba aquí y no me pesó. Por el contrario, fue un alivio darme cuenta de que no estaba teniendo relaciones sexuales y que no tenerlas estaba siendo algo bueno en mí. El voto de celibato me estaba ayudando a enfocarme en muchas prioridades emocionales, físicas y mentales.
Terminar el voto de celibato (cuando lo haga) es desandar un camino muy complejo, lleno de cuestionamientos personales, tabúes, prejuicios propios, ajenos, autoimpuestos, y es algo para lo que actualmente no estoy ni física ni emocionalmente capacitado para transitar. Retomar el sexo es retomar relaciones interpersonales. Conocer al otro y dejar que me conozcan. Abrir la puerta al exterior y dejar que el otro me vea. Es dejar que alguien me conozca. Es desnudar el alma frente al otro. Y todo eso no lo aprendí sanamente. Así que antes de terminar el voto de celibato hay un camino largo por desandar en cuanto a la relación con mi sexualidad y el primer paso es aprender a desarrollar buenas relaciones interpersonales.
Después de una historia personal en la que siempre hubo consumo de sustancias y que descubrí que lo hacía porque prefería anestesiar mi capacidad sensorial y aislarme del contacto con la otra persona y privarme de la experiencia de estar y ser. Del aquí y del ahora, del presente, del contacto y no de la ausencia. Creía que con el consumo de sustancias sentía más, pero entre más consumía más me ausentaba y llegó un momento en el que no sabía estar sin consumir. Así que hoy prefiero empezar a descubrir qué soy. Tratar de hacer las paces con mi sexualidad y de tener una buena relación con mi cuerpo. Sanar desde dentro. Y reencontrarme conmigo mismo.
Alguien alguna vez me dijo que la clave no estaba en deshacerme de mis fantasmas, sino enfocarme en mis cualidades, en mis logros, en mis conquistas, en ese paso que se avanza día con día y entonces llegará el momento en el que mis logros y mis conquistas sumen más que mis fantasmas. Por eso la clave no está en desaparecer los fantasmas–ellos nunca se irán–sino en enfocarte en ti y en construir tus metas y crecer más que esos fantasmas y entonces, cómo Hamlet, afrontar la idea de que la locura es sólo una opción más.
Ahora, al igual que Cristina Rivera Garza, cuando reconozco que estoy perdido me detengo en seco. Razono conmigo mismo: soy un hombre adulto.
Para todas aquellas personas que aún se encuentran en la lucha buscando ayuda, la ayuda existe y la pueden encontrar de muchas formas. La cuestión es no dejar de buscar ayuda, no rendirse. Siempre recuerdo una cita de Harry Potter que me recuerda mis años de juventud, pero me quedo con la metáfora de la frase cuando me siento perdido: “Help will always be given at Hogwarts to those who ask for it.” (La ayuda, en Hogwarts, siempre se le dará a aquellos a quienes la pidan).
Dejo una la lista de algunos recursos que compilé. Muchos de ellos los llegué a usar. Otros me recomendaron y otros más los usaron algunos amigos (a ninguno de ellos tengo afiliación actualmente ni recibo ningún tipo de incentivo):
Grupos Narcóticos Anónimos en el país
Central Mexicana de Alcohólicos Anónimos
Clinica de Adicciones Monte Fenix
Instituto Nacional de Psiquiatría