Acudir a la peluquería de Alberto es una doble experiencia. Además de obtener un corte de cabello personalizado, sus clientes tienen la oportunidad de viajar en el tiempo y conocer de primera mano cómo era una peluquería antigua. Su negocio, la Barbería 138 —ubicada dentro de Perchav, la estética que comparte con sus hijos— es prácticamente un museo de la barbería.
Alberto cuenta con máquinas para cortar el cabello, secadoras, navajas y otras herramientas con más de 100 años de antigüedad, y todavía las usa.
“Yo soy de la vieja escuela”, dice cuando le preguntamos qué es lo que distingue su trabajo del de otros peluqueros. “Uso estas herramientas antiguas que tienen más de 100 años”, añade mientras atiende un cliente con una máquina de mano. Don Alberto nos dice que su abuelo solía cortar el cabello con ese tipo de máquinas que se utilizaban antes de que hubiera electricidad. Para hacerla funcionar se necesita hacer presión repetidamente como si se tratara de unas pinzas o tijeras.
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Peluquería matemática
Alberto tiene 71 años y lleva más de 60 cortando el cabello. “Mi abuelo era peluquero, mi papá también era peluquero y yo soy la tercera generación”, cuenta. Empezó a trabajar desde los 10 años, boleando los zapatos de los clientes de sus clientes y sacudiéndoles la ropa con un cepillo cuando terminaba el corte. “Esa era la forma en que me ganaba mis propinas”, relata. A los 14 años Alberto ya tenía su propia peluquería, donde trabajaba apoyado por una niña de 12 que después se convertiría en su esposa.
Durante sus años en el negocio, le tocó vivir de todo. Recuerda que la peor época fue entre 1965 y 1970. “Era la época de los hippies y la gente no se cortaba el cabello, pasaban los jóvenes y me decían que me dedicara a otra cosa porque me iba a morir de hambre, pero yo nunca les hice caso”. Y en efecto; lejos de hacer caso, Alberto se siguió capacitando. Aprendió a hacer bases, a aplicar tintes, rayos, peinados y todo lo que se hace en el estilismo unisex.
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Curiosamente, 4 décadas después, se vive un resurgimiento de las barberías. Y aunque respeta el trabajo de los nuevos barberos, Don Alberto explica qué es lo que distingue a la peluquería antigua:
“La vieja escuela es de matemáticas. Yo, cuando hago un corte, veo el cráneo. Luego divido el cabello y personalizo mis cortes. Ahora que empezó lo del gel y los productos para el cabello se acabó la buena peluquería porque a la gente ya no le interesó si estaba bien cortado el cabello o no. Ellos se corregían con su gelazo, y eso no es lo correcto”.
Además, Alberto dice que otro error común de los peluqueros es cortar el cabello en el mismo sentido en el que se peina la gente. Por el contrario recomienda a la gente pedir al peluquero que corte en el sentido opuesto.
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Un museo de la peluquería antigua
“Yo amo mi trabajo y me apasiona; cada vez que lo hago es como si fuera la primera vez”, dice Alberto. Ese amor y esa pasión los demuestra también a través de un impresionante acervo de herramientas que se utilizaban en la peluquería antigua. Algunos artículos los heredó de su abuelo o de su padre, mientras que otros se los regalaron sus hijos, quienes tienen una estética al lado de su barbería.
Por ejemplo, cuenta con máquinas eléctricas de la época de la Segunda Guerra Mundial. También tiene un gran sillón rojo que data de 1890 y otros de mitad del siglo pasado.
Asimismo, tiene secadoras de pelo que difícilmente podrás ver en otro lado y un antiguo calentador para las toallas que usa al momento de afeitar.
Inclusive cuenta con un teléfono de principios del siglo pasado, así como otras curiosidades que hacen de su negocio todo un museo de la peluquería.
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Un homenaje a los peluqueros “con paisaje”
Pero la joya de la corona, el objeto más preciado por Alberto, es su bicicleta, que adquirió para hacerle un homenaje a su abuelo.
Anteriormente, cuando los peluqueros no tenían locales establecidos, se colocaban en la vía pública, elegían un árbol y clavaban un clavo para colgar su espejo. Otros viajaban por la ciudad en bicicleta y cortaban el cabello en plena calle. “Se les llamaba peluqueros ‘con paisaje'”, cuenta Alberto. Lo anterior se debía a que, al estar en la calle, podían colocar el banco de sus clientes con vista a distintos paisajes. El abuelo de Alberto fue uno de esos “peluqueros con paisaje”.
La bicicleta de Alberto cuenta con todo lo que se utilizaba en aquella época: tijeras, navajas, herramientas para afilar navajas, el banquito que se usaba para sentar a los clientes e incluso un tocadiscos para poner música mientras se realizaba el corte.
Por lo pronto, el legado del abuelo de Alberto continúa. No solo es que sus hijos se dediquen a la peluquería, sino que además, sus nietos ya están también aprendiendo el oficio.
Si quieres hacerte un corte de pelo a la antigua y conocer este auténtico museo de la peluquería, visita la Barbería 138 o la Estética Perchav, ubicada en la alcaldía Venustiano Carranza de CDMX.
Dónde: Av. Nicolás León 138, Jardín Balbuena, Venustiano Carranza
Cuándo: Lunes a viernes, de 10:00 a 19:00 horas, y sábados de 9:00 a 17:00 horas
Cuánto: Cortes desde 250 pesos