“Dios está de vacaciones”, rezaba en 1963 el joven de dieciocho años Paolo Po, alter ego de un importante periodista y escritor cuyo nombre descubriremos más adelante. Po fue autor del libro 41 o el muchacho que soñaba en fantasmas, una novela que pasaría por como de librerías de viejo sin que muchos se percataran de que en realidad significaba el parteaguas de una narrativa más incluyente. Pero ¿por qué estaría Dios de vacaciones?, se preguntarán. Ni el propio autor lo sabía. Lo que sí supo fue que sus plegarias por encajar en la heteronorma fueron ignoradas. Creyó que la infinita misericordia no alcanzaba para los homosexuales.
Un poco de contexto. Por años se creyó que Las picardías de Goyo Momo, de Benjamín Amérika, fue la primera novela gay mexicana. Sin embargo, recientemente se corroboró que, por apenas unos meses, el libro 41 o el muchacho que soñaba en fantasmas, de Paolo Po, se llevaba este título. Ambos estuvieron en circulación en 1964, pero el colofón de la de Po asienta que se terminó de imprimir en diciembre de 1963.
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¡Uff! Aún así, lo más interesante de esta novela es el misterio alrededor de su escritor, el cual permaneció en el anonimato hasta después de su muerte. ¿Sabes de quién estamos hablando? Esta es la historia del escritor fantasma detrás de la primera novela gay mexicana.
Paolo Po o ‘el muchacho que soñaba en fantasmas’
Si hoy en día, la discriminación y vulneración hacia las personas con una orientación sexual fuera de la heteronormatividad aún existe, ¡Imagínense a mediados del siglo XX! Era peor. Paolo Po estaba consciente de ello, por lo que prefirió alzar la voz a través de este seudónimo para ser libre de hablar sobre la homosexualidad y la pesadumbre que generaba. ¿Su identidad? Un misterio. El anonimato le permitía continuar con el papel de ‘vida normal’ que llevaba fuera de las cinco publicaciones que hizo su alter ego.
Durante años, el prominente escritor llevó una vida doble que —irónicamente— salió del clóset hasta después de su muerte. Su miedo y homofobia interiorizada construyeron sólidos castillos de letras a su alrededor para protegerlo. ¿Quién lo perseguiría en el lomo de los libros? Pareciera contradictorio pensar que una persona que sueña con los fantasmas de amoríos homosexuales pudiera ser homofóbica. Sin embargo, de acuerdo a algunos de sus allegados, el constante sentimiento de no pertenecer y “estar mal hecho” llevaron al escritor a desarrollar una enorme rabia contra sí mismo.
Paolo quería vivirse abiertamente fuera de las páginas. Sin embargo, el escrutinio constante de la época lo llevó a reprimirse hasta niveles inimaginables. Fuera de su alter ego, el escritor era incapaz de aceptar su identidad. Como constancia, algunos pasajes en sus publicaciones muestran el profundo dolor que vivía:
“Dios está de vacaciones. Por más súplicas que le hacen los hombres para que remedie la serie de imperfecciones y los problemas que estas crean, no las conoce. En su escritorio de su despacho particular se ha amontonado un cerro de denuncias —y allí entre el inmenso volumen de estas, está la mía— que no están solucionadas”.
Paolo Po
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El anonimato del amor, la inseguridad y la culpa
Pese a la supuesta revolución sexual que estalló en los años sesenta, en México la homosexualidad continuaba siendo perseguida e incluso tratada como una ‘enfermedad’. Las recetas médicas indicaban desde ‘terapias de conversión’ —actualmente prohibidas en la capital por constituir violaciones a los derechos humanos— hasta electrochoques. También habían casamientos forzados y quienes recurrían a consagrar su vida a la iglesia, como narra Paolo:
“Prométele cualquier cosa, aconséjale que mientras tanto se meta de monje para que no tenga la ocasión de pecar o que haga un voto de abstinencia. Eso lo tomará muy en cuenta el señor cuando se haga cargo personalmente de su asunto”.
Paolo Po
Claro que el escritor —y también posible protagonista de 41 o el muchacho que soñaba en fantasmas— no quería arriesgar su vida frente a las inhumanas prescripciones revelando su nombre. Así que a lo largo 41 o el muchacho que soñaba en fantasmas, conocemos su historia a través de un joven que se enamora desenfrenadamente de Fernando, un foráneo que rompe con el mundo homosexual al que estaba habituado. La ilusión de un amor romántico hace estallar cuestionamientos que son consumidos por la culpa moralista, alejándose del futuro anhelado.
La sociedad intolerante termina siendo la responsable de la infelicidad del personaje, pero también de Paolo y de cientos de identidades que, dentro y fuera del clóset, son violentadas. Para nuestro escritor, el momento de la redención —en el plano terrenal— nunca llegó. Po se quedó en el anonimato, llevando una doble vida hasta su muerte en 2003. Doce años más tarde, Juan Carlos Harris, abogado e investigador curioso, fue quien unió las piezas del rompecabezas para develar el misterio de la identidad de Paolo Po.
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El hombre detrás del seudónimo
“Ya era un hombre maduro y con experiencia. En cambio Po, para esa época, salía de la adolescencia”, dice Harris dentro de su investigación. El abogado aficionado a la lectura pasó 10 años recolectando todos los ejemplares posibles de 41 o el muchacho que soñaba en fantasmas. Además, contactó a la editorial que publicó el texto. También habló con abogados, indagó en libros, lanzó hipótesis al aire y realizó otras peripecias periodísticas. Finalmente descubrió que detrás de Paolo se encontraba un afamado periodista del periódico Excélsior.
A los 38 años de edad el poeta, escritor y periodista, Manuel Aguilar de la Torre dio vida a Paolo Po y a varios personajes más que reflejaban sus pensamientos más profundos. Si bien gozó de una acomodada vida como corresponsal internacional, con amigos de la talla de O’Gorman y Pita Amor, Aguilar jamás pudo ser libre. Sólo en los escritos de Paolo tuvo un esbozo de esta libertad sexual. “Todos mis personajes son reales. Todos son (o fueron) muy jóvenes. No es un relato de degenerados. No es una historia de pasiones insanas. Es un auténtico caso de amor”, escribió.
Por más de 50 años Manuelito, como lo conocían en su círculo más íntimo, vivió sus deseos, angustias, decepciones y pensamientos más profundos en un silencio absoluto. Aunque, de acuerdo a los testimonios obtenidos por Harris, sus amigos se daban cuenta de los enormes esfuerzos que realizaba por ocultar su identidad real, jamás lo presionaron para alzar la voz. Paolo continuó viviendo a la par de Manuel, viajando por el mundo, en su natal Michoacán y finalmente en Morelos, donde pasó sus últimos días.
“Vivir significa abarcar, con nuestras acciones y nuestros pensamientos, nuestras propias posibilidades”, escribió Paolo desde el corazón de Manuel. En 2003 Aguilar falleció sin dar luces al mundo de su alter ego, quien marcó un hito en la narrativa mexicana. 41 o les muchacho que soñaba en fantasmas es un clásico que conserva su magia y debe ser leído para generar reflexión. ¿Cuánto han cambiado las cosas desde su publicación? Mucho, no hay duda. Pero esperemos que esos sean solo los primeros pasos hacia un futuro más incluyente, abierto y seguro para todas las orientaciones sexuales.