La Siempreviva es un nombre que se siente potente en la actualidad, sus intenciones también; esta sociedad literaria, escuela y revista, fue la primera en México en ser escrita y editada exclusivamente por mujeres. Fue un proyecto educativo constituido por una escuela para niñas, una sociedad literaria y beneficencia. Además de su revista quincenal, que dio voz y pluma exclusivamente de mujeres.
La colectiva “Ya no somos invisibles”; integrada por mujeres que promueven la reivindicación histórica de la mujer y de la igualdad de género. Se encargó de colocar la placa conmemorativa en el domicilio donde estuvieron las instalaciones de la publicación, en Yucatán.
Su intención es que la Siempreviva recupere el reconocimiento de su aportación histórica en la participación social, política y educativa de las mujeres mexicanas.
Esta es la segunda placa colocada por la agrupación; la primera fue colocada en el Teatro Peón Contreras, el pasado 8 de marzo, para conmemorar el Primer Congreso Feminista de México; que se realizó en 1916. Cuya celebración está directamente relacionada con el establecimiento del Día de las madres. Dos eventos que cambiarían las historia de las mujeres y del feminismo en México.
La Siempreviva fue un parteaguas en la lucha de los derechos de las mujeres, así como su derecho a expresarse; su primer número se publicó el 7 de mayo de 1870, cuando era mal visto que las mujeres trabajaran con las letras y las ideas. La revista destacó por su contenido literario, pero sobre todo, como vehículo de expresión para las mujeres que anhelaban un rol más allá del asignado. El cual confinaba a las mujeres en el hogar y hacía de una buena apariencia su único atributo.
No es tan fácil ser escritora en México
Desde luego, no fue fácil, como ya se mencionó; ser escritora traía desaprobación y críticas, si pese a ello la mujer elegía ese camino y le “daban chance”, debía limitarse a la poesía. Esta debía hablar solo de amor, nunca reflexiones intelectuales, las otras opciones eran el género epistolar, la escritura de diarios y escritura confesional; —que aún hoy recibe críticas— y que en ese tiempo se consideraban géneros menores y por lo tanto, asignados a ellas.
Las escritoras, profesoras y creadoras de la revista Rita Cetina Gutiérrez, Gertrudis Tenorio Zavala y Cristina Farfán Manzanilla. Tuvieron que firmar sus textos con seudónimos, para protegerse. También vieron surgir términos despectivos para las mujeres que deseaban plasmar sus ideas en papel; “marisabidilla”, “literata” y “talentacia”. Eran los muy poco ingeniosos insultos que autores y prensa literaria de la época usaban contra ellas.
Con la colocación de esta placa, se rescata su nombre, su legado; también se escribe un nuevo capítulo para La Siempreviva y para las mujeres que siguen en lucha. Solo se necesitaron 152 años para que uno de los principales logros de las mujeres mexicanas recibiera el reconocimiento que le había sido negado.