Historia de El Parián, mercado de dos pisos que ocupaba todo el Zócalo
Entre 1703 y 1843 el espacio que actualmente es la plancha del Zócalo estaba ocupado por el Parián, que era el mercado más grande de América.
Por: Edgar Segura
La plaza principal de la Ciudad de México no siempre fue una plancha de concreto. Durante dos siglos lo que actualmente conocemos como el Zócalo albergó a El Parián, mercado más grande del país y de América. Se trataba de una estructura de 2 pisos de altura que alojaba a más de 180 comercios donde se vendían frutas, verduras y carnes, pero sobre todo telas de lujo, joyas y ropa fina.
El Parián comenzó a edificarse en 1695 y se inauguró en 1703. Con su construcción se pretendía enfrentar varios problemas que hasta el día de hoy siguen afectando al centro de la ciudad: la proliferación del comercio informal, el desorden que ocasiona en la vía pública y los problemas de higiene e inseguridad que ocasiona.
Antes del mercado El Parián, lo que hoy conocemos como el Zócalo se llamaba Plaza Mayor y albergaba un gran tianguis conocido como El Baratillo. Allí llegaban comerciantes a instalar puestos de madera para ofrecer sus productos. Esto generaba basura y problemas de higiene debido a que muchos hacían sus necesidades al aire libre. Además, atraía a delincuentes que se dedicaban a robar tanto a vendedores como a clientes. Para enfrentar estos problemas, en 1694 el gobierno virreinal emprendió el proyecto de construir el mercado más grande de América.
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¿Cómo era El Parián?
En lo que actualmente es el Zócalo, se construyeron dos edificios. El primero media 11 por 88 metros y el segundo 75 por 53. Albergaban más de 180 comercios, cada uno de dos pisos. El piso superior servía a los comerciantes como bodega para almacenar productos, mientras que en el piso inferior se encontraba el local donde se hacía la venta al público. Además, la idea era que los locales pudieran ser habitados por los comerciantes. El mercado también tenía 8 entradas y una plazuela en el centro.
En El Parián se ubicaban los comerciantes más ricos de la ciudad, que vendían seda, ropa fina, joyas y telas traídas desde Asia en la nao de China. De hecho, era gracias a ellos que el mercado adquirió su nomnre característico. Y es que en Manila, Filipinas, se llamaba Parián al lugar donde se encontraban estos productos de lujo. Pero con estos comerciantes ricos convivían también los vendedores más humildes, provenientes de El Baratillo. Estos ofertaban frutas, verduras y carnes.
De acuerdo con los arqueólogos María Rebeca Yoma Medina y Luis Alberto Martos López, El Parían fue “el mercado principal de la ciudad, que era su centro de abasto“. Pero no solo eso. También era “el más grande e importante espacio físico del virreinato“. Y es que, además del comercio, era un centro de reunión para charlar y distraerse. Se llevaban a cabo actividades tan variadas como partidas de ajedrez, juegos de azar y peleas de gallos.
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Del Mercado El Parián al Zócalo
Poco a poco, el mercado El Parián fue decayendo. Casi un siglo después de su construcción, hacia 1795, dejó de ser suficiente para alojar a todos los comerciantes. Muchos empezaron a instalarse en puestos ambulantes a sus alrededores y con ello regresaron el desorden, la falta de higiene y la inseguridad que inicialmente buscaban evitarse. El mercado se remodeló, dejando allí solo a los comerciantes de productos de lujo y reubicando a los de los productos cotidianos en Plaza de Jesús. Esto ocasionó la ruina del mercado, pues eran los precisamente los comerciantes de El Baratillo los que atraían a más gente.
Pero el mercado recibió su golpe mortal en 1828. Ese año hubo una gran revuelta por las elecciones en que Manuel Gómez Pedraza se enfrentó a Vicente Guerrero. En la cárcel de La Acordada se registró un motín en el que varios presos escaparon, llegando hasta el centro de la ciudad. Los reos amotinados ingresaron a El Parián y lo saquearon, dejando a varios comerciantes en la ruina.
El mercado el Parián sobrevivió 15 años más, pero perdió todo su esplendor. Para 1843 el entonces presidente Antonio López de Santa Anna consideró que “tanto por su ninguna arquitectura como por su mal calculada posición, impide y afea la belleza y sorprendente vista que debe presentar toda plaza principal”. En consecuencia, ordenó demolerlo y en su lugar restituir la plaza principal de la ciudad, agregando en el centro un monumento en honor a la independencia del país.
No obstante, por falta de recursos, del monumento ordenado por Santa Anna no se construyó más que el zócalo, como se llamaba a la base de las edificaciones. A partir de entonces, el lugar donde antes se encontraba el mercado El Parián pasó a conocerse popularmente como Zócalo.
Si bien nunca se edificó el gran monumento, sobre la plaza se construyeron en distintas etapas fuentes, jardineras y hasta tranvías. Fue hasta 1952 cuando adoptó la forma con lo conocemos actualmente; es decir, como una plaza cívica compuesta por una plancha de concreto sobre la que se erige el asta donde ondea la bandera de México.