El paisaje urbano de nuestra capital se encuentra en constante transformación, y aunque actualmente podemos contemplar increíbles edificaciones, muchas joyas arquitectónicas han desaparecido con el correr del tiempo. Tal es el caso del Gran Teatro Nacional, un recinto de impresionantes dimensiones que antecedió al Palacio de Bellas Artes y que, según dicen, poseía una belleza inigualable.
Esta es la historia del Gran Teatro Nacional de CDMX
La construcción de este emblemático teatro tuvo lugar entre 1840 y 1844, tan solo un par de décadas después de que México consolidara su Independencia. Se ubicaba a la altura de la calle actual de Bolívar y cerraba el paso de la Avenida Cinco de Mayo. Asimismo, podía verse desde el Zócalo y ofrecía una impresionante vista a sus transeúntes.
Dicho proyecto surgió bajo el régimen de Antonio López de Santa Anna, quien buscaba embellecer la ciudad a través de la arquitectura. Para ello recurrió a Lorenzo de la Hidalga, un destacado arquitecto español que también colaboró en distintas obras icónicas de la capital; fue bajo su batuta que el edificio logró armonizar la fachada neoclásica sencilla con una exquisita ornamentación interna.
Tras su apertura, el Gran Teatro Nacional fue considerado por muchos como la edificación más importante de la capital tras la terminación de la Catedral Metropolitana. Asimismo, contaba con un aforo de 2 mil 395 butacas (es decir, casi mil asientos más que el actual Palacio de Bellas Artes) y tenía una belleza espectacular, comparable con los grandes teatros del mundo.
Por otra parte, el recinto adquirió diversos nombres a lo largo de su historia: Por un tiempo se le llamó Gran Teatro de Santa Anna y Gran Teatro Vergara (nombre antiguo de la calle Bolívar). No obstante, tras la llegada de Maximiliano de Habsburgo, recibió la denominación de Gran Teatro Imperial; finalmente, se le rebautizó como Gran Teatro Nacional cuando logró restaurarse la República.
A pesar de su belleza, encanto e importancia, se ordenó su demolición entre 1900 y 1901 con la finalidad de prolongar la Avenida Cinco de Mayo. Al mismo tiempo, se planeó un inmueble que cumpliera con funciones similares a las del Teatro Nacional: El Palacio de Bellas Artes. Este nuevo edificio inició su construcción en 1904, pero su construcción demoró casi 30 años, debido a la irrupción de la Revolución Mexicana.
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Espectáculos e historias del teatro
Entre 1844 y 1901, el Gran Teatro Nacional se convirtió en el epicentro de la alta cultura en la capital, especialmente para la ópera, el drama, la comedia y los conciertos. Durante un tiempo, contó con la dirección del destacado dramaturgo José Zorrilla. Y, en sus épocas de esplendor, llegó a contar con más de 17 títulos operísticos por año y más de 60 presentaciones.
En su interior se presentaron grandes espectáculos, como la exitosa ópera Ildegonda, compuesta por el mexicano Melesio Morales. Asimismo, fue escenario de obras escritas por Giuseppe Verdi, Cenobio Paniagua, Miguel Planas, entre otras importantes figuras del género. También fue el sitio donde se cantó por primera vez el Himno Nacional, el 15 de mayo de 1854.
Cabe destacar que aquí también se presentó nada más y nada menos que Ángela Peralta, conocida también como “el ruiseñor mexicano”. Esta destacada cantante había adquirido fama internacional con la belleza de su voz e interpretó diversas piezas de Melesio Morales (entre otros autores) al interior del recinto.
A pesar de que su esplendor lo convirtió en un espacio muy admirado de nuestra ciudad, existen también algunas leyendas de sus alrededores. En efecto, el Teatro se encontraba a unos pasos del convento de La Profesa, destruido durante las Leyes de Reforma. Cuando la calle Cinco de Mayo ocupó este sitio, muchas personas evitaban transitar por la calle que daba frente al Teatro, ya que afirmaban sentir la presencia de los frailes expulsados.
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