¿Te gustan los libros? Encontramos un pequeño paraíso donde además de poder consultar diversos fondos interesantísimos, harás un recorrido a través de la historia de estos: La biblioteca Rogerio Casas-Alatriste H, mejor conocida como la de Franz Mayer.

En un rinconcito de la Alameda se encuentra un museo que resguarda un vasto acervo de artes decorativas virreinales y libros, el Franz Mayer. Seguramente también has escuchado de este por exposiciones como el World Press Photo, la Bienal Internacional del Cartel en México, Orquídeas, Vogue like a Painting… ¡y la lista sigue! A decir verdad, en este museo ocurre magia gracias a la curiosidad sembrada por el alemán Franz Mayer Traumann, un inversionista que encontró en México su hogar.

Breve paréntesis para conocer a Franz Mayer. Franz fue un corredor de bolsa e inversionista que llegó a la Ciudad de México en 1905 para darle rienda suelta a su fijación por las artes. Además de su labor financiera, fue un coleccionista empedernido que gustaba del diseño, la fotografía, el paisajismo y, por supuesto, los libros —de hecho, de sus gustos se van desarrollando las exposiciones del museo—. Si bien las piezas que pertenecen a las artes decorativas se encuentran en exhibición permanente, también tiene un importante acervo bibliográfico para compartir.

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Las peculiaridades de la biblioteca de Franz Mayer

Para comprender mejor la magnitud de esta biblioteca visitamos a Tania Vargas, maestra en conservación de acervos y jefa de acervos y de la biblioteca de dicho museo. Tania llegó aquí hace ya varios años, por lo que es la indicada para platicarnos acerca de este espectacular lugar. No estamos exagerando, la biblioteca ubicada en el primer piso de este recinto brilla con luz propia, sus acabados en cedro y la ornamentación que acompaña a los libros te hará sentir en otra época —o, la neta, en Hogwarts—.

“El museo abrió sus puertas en 1986 y dos años después, en 1988, abrió la biblioteca en el recinto que conocemos hoy en día. Antes de eso la colección de Franz se encontraba en Lomas de Chapultepec”, va narrando Tania mientras acomoda libros dignos de la saga de J.K. Rowling en la mesa.

Era una casa muy grande en donde albergaba una colección de arte que ascendía 11,411 objetos y una biblioteca con alrededor de 11 mil libros. Hoy en día posee más de 22 mil ejemplares ya que se han recibido nuevos ejemplares y también algunas donaciones.

Franz no tuvo hijos o descendencia alguna, sin embargo creó un fideicomiso en el Banco de México para que a su muerte se llevara a cabo este proyecto museográfico.

Todo el museo nace con los fondos creados por el coleccionista. En el caso de la biblioteca, por ejemplo, además de traer sus libros se trajo la duela de madera de cedro que estaba en su casa para conservar algo de la original.

Alrededor de los anaqueles perfectamente clasificados es posible ver algunos cuadros, atriles, globos terráqueos, baúles y escritorios que también fueron coleccionados y le otorgan un ambiente muy especial.

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Un acervo con fondos muy especiales

El acervo comprende obras realizadas entre los siglos XV y el XXI, y su importancia radica en la antigüedad, belleza y rareza de las ediciones. Los libros siguen el perfil de coleccionista y los gustos de Franz a lo largo de 30 años, así que además de ser de ciertos temas en específico, también cuentan con características especiales en las ilustraciones, hechura, encuadernación y contenido que los hacen únicos. Algunos son tan peculiares que se encuentran bajo resguardo:

Fue un gran bibliófilo, aunque le dio más importancia a la colección de artes decorativas sus libros no se quedan atrás. Ambas colecciones tienen mucha relación. Tenemos algunos ejemplares que no están a disposición de todo el público todo el tiempo, sólo los sacamos cuando tenemos alguna visita guiada o algún investigador especializado o para exposiciones. Esto se debe a las particularidades de los libros, además, necesitan ciertas condiciones para evitar su deterioro.

Libros como arte: La galería de las mujeres fuertes, París, 1647

Para comenzar este viaje bibliófilo, Tania eligió una obra del siglo XVII que es el perfecto ejemplo de los libros como arte que le gustaban a Franz. Además, su temática nos emocionó, ya que es un compilado que va desglosando la vida o hazañas de distintas mujeres de la historia clásica.

Lo escogí por las aplicaciones de plata que lleva. Estas se utilizaban frecuentemente en los libros eclesiásticos, sobre todo en misales porque tenían que ser libros suntuosos. Sin embargo, este no es un libro religioso, sino que habla sobre distintas mujeres en la historia que fueron importantes.

Este libro pertenece al acervo antiguo, es decir, aquellos libros decorativos. Tania nos platica que anteriormente los libros no eran hechos por una editorial o una sola persona, sino que eran el trabajo en conjunto de un montón de artistas, artesanos y talleres.

Alguien hacía la encuadernación, está quien hace el pergamino, quien arma las placas y las forja, quienes dibujan, quienes imprimen y los grabadores. Los libros suponían un trabajo excepcional que requería un tiempo de fabricación muy largo.

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La cuna de la imprenta: Crónica de Nuremberg, 1493

Nosotros ya estábamos sorprendidos al poder ver un libro del siglo XVII, sin embargo estos no son los más antiguos que poseen. Dentro de la colección existe un pequeño fondo de tres libros incunables, es decir, libros que fueron hechos en el siglo XV, que nacen en la cuna de la imprenta y son los pininos de la hechura moderna.

Pequeño recordatorio: La imprenta de Gutenberg surge en este siglo y consistía en placas móviles a las cuales se fijaban las letras. En este momento las ilustraciones se hacían como xilografías a mano.

Actualmente lo tenemos exhibido porque forma parte de nuestro programa ‘Encuentra tu obra gemela’, es un libro que relata la historia del mundo desde la antigüedad hasta el momento del apocalipsis. Fue elaborado con typos móviles y tiene xilografías de un o de los alumnos de Albrecht Dürer, uno de los más importantes grabadores de la época.

Capitulares y letras a mano: libro de coro sevillano, siglo XV

¿Sorprendido? Pues dentro del acervo aún existen piezas más antiguas, de esas que se hacían completamente a mano, hasta los textos, en los conventos. “El acervo también cuenta con libros corales, los cuales eran de gran tamaño y de gran suntuosidad. Se utilizaba en las iglesias y conventos para que el coro interpretara la música durante las misas, de ahí que tuvieran este tamaño, para que todos pudieran leerlo”, nos platica Tania con gran orgullo señalando el coro sevillano que se encuentra exhibido en una repisa de cristal.

Los frailes pasaban días y horas pintando, luego se encuadernaba. En estos se utilizaban algunas de las primeras tintas, como la tinta ferrogálica causante de los hoyitos en el papel. Los dorados se hacían con hoja de oro, las aplicaciones son de hierro forjado, por lo que todos sus elementos en suma resultaban en obras enormes de hasta 8 kilogramos de peso. Este tenemos que moverlo entre dos personas.

Otro aspecto que resalta en estos son las letras capitulares —o sea, la primera letra de un texto en mayúscula y que va ornamentada—, elemento que va a estar presente en libros desde el s. XVI hasta el s.XIX. Estas se encargan de retomar mucho del grabado clásico, como las iconografías griegas y romanas.

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Representando a Don Quijote y Sancho Panza: un Quijote tailandés

La cereza del pastel viene con la colección Quijotil, o sea, de obras de Don Quijote de la Mancha. Este fondo asciende a los casi 800 ejemplares —¡Khé?— divididos en alrededor de 1,500 volúmenes. Si hablamos de la fecha, estas van desde la creación del quijote hasta libros del año 2000. “Nuestro Quijote más antiguo es de 1605, sólo se conservan 9 ejemplares en el mundo. A diferencia de otros sólo tiene una ilustración en la portada y representa la primera imagen del Quijote que existió”.

¿Pero por qué este interés en el Quijote? Tania también es la encargada del acervo de cartas de Franz, así que nos platica que existe una hacia su corredor de arte, donde menciona que le interesa coleccionarlos por el valor estético que pueden tener estos ejemplares. Él tenía presente que el quijote era una obra que estaba mereciendo la atención de un montón de artistas, era interpretado por grabadores, pintores, incluso en el teatro, por lo que es una obra que representa mucho más a nivel imagen que a nivel literatura. Que nos perdonen los de letras.

Hoy en día el fondo del Quijote de la biblioteca del Franz Mayer es uno de los más importantes en América Latina y continúa en crecimiento.

Tenemos un ejemplar muy reciente que llegó al museo en 2015 como donación de la embajada de Tailandia. Este ejemplar se encuentra en tailandés y continúa dándole forma a este fondo que empezó Franz Mayer.


¿Te vas a lanzar a conocer la biblioteca de Franz Mayer?

¿Cómo te quedó el ojo? Las bibliotecas no solo son acervos que resguardan el conocimiento, sino que también cuentan parte de nuestra historia. Aunque parezca inalcanzable, la biblioteca del Franz Mayer está abierta de martes a viernes para sacar tu credencial y así poder consultar los libros del acervo contemporáneo. De paso, si acudes como visitante, puedes tener este acercamiento, a los libros más antiguos que se encuentran exhibidos en la parte de arriba de la biblioteca y en las vitrinas. Caminarla es un viaje en el tiempo, así que ven listx para perderte entre las páginas de tomos antiquísimos.

Dónde: Avenida Hidalgo #45, colonia Guerrero

Cuándo: Mar-Vie 10-17 h