Witkin & Witkin

mar-dom 11-18 h  

Por: Eduardo Rosales

Hacer una exposición de dos personas porque son gemelos idénticos es una base muy pobre, pero posible. Intentar establecer un vínculo entre el trabajo de ambos cuando es claro que no lo hay, es una tarea compleja pero siempre se puede salir por la tangente y dar cualquier argumento como que ambos tienen una “visión humanística” que hace que se “intersecten” para luego tomar caminos propios, etc. Todo esto pasa en la exposición dedicada a Joel-Peter y Jerome Witkin. Uno es fotógrafo, el otro pintor.

Da la impresión que es más fácil ver la exposición como dos distintas, que como se propone.

En la fotografía de Joel-Peter podemos ver constantes referencias al trabajo tradicional, a los temas de siempre, a lo que ya nos hemos cansado de ver: las poses y temas de los griegos, las “reinterpretaciones” de artistas emblemáticos, etc. Las imágenes están llenas de desnudos, de personas con deformaciones que parecen querer asomar una estética de lo grotesco.

En el trabajo de Joel-Peter las cosas cambian pues el medio ha cambiado, se presentan pinturas y algunos dibujos. El color en su trabajo logra generar atmósferas distintas que van muy de acuerdo a la escena que está representando, pero también hay muchas referencias a lo clásico aunque en menor medida que en la obra fotográfica de su hermano. Hay que notar que la técnica es muy buena: las pinceladas y las luces, por ejemplo, terminan dándole contundencia a las composiciones.

Son rescatables los polípticos de Jerome Witkins pues en ellos las escenas son exploradas desde distintos puntos de vista, de varios encuadres, perspectivas múltiples e incluso con distintos grados de acercamiento y en eso se descubren nuevos detalles y hay lecturas nuevas de lo que ya se ha presentado; si bien esto no es nada nuevo, el recurso está bien manejado y vale la pena reparar en el resultado. A las fotografías de Joel-Peter les estorba mucho la gran carga que hay de lo anterior; resulta difícil encontrar si es que nos está diciendo algo nuevo o distinto: todo parece igual a la tradición de donde sale, con sus respectivas deformidades.

La muestra, como se ha mencionado antes, resulta confusa y la convivencia entre ambos cuerpos de trabajo siempre se nota demasiado forzada desde el principio –cuando se intenta hacer un puente con un autoretrato de cada uno– hasta el final: hasta el diseño físico de la exposición llega a ser estorboso. Es recomendable enfocarse primero en uno y luego en otro, de esta manera no hay una mezcla de imágenes que no tiene ni pies ni cabeza.