Candida Höfer en México

Cuando la invitación es a una exposición fotográfica de “monumentos arquitectónicos” de México, uno se imagina lo peor: una serie más de luz natural entrando por los espacios más espectaculares del Palacio de Bellas Artes, exaltando las maravillas del mexicanismo y el orgullo de nuestra patria: México, México, ra, ra, ra.

Entonces circula que la artista encargada de dichos retratos es Candida Höfer, quien representó a Alemania en la Bienal de Venecia de 2002. Su fotografía (para quien no la conozca) tiene una referencia inmediata en la de Hiroshi Sugimoto: espacios vacíos, donde más que una fantasmagoría aparece el extraño y abstracto geometrismo en donde vivimos día con día, sin notarlo.

Entonces, la noticia no suena mal. Porque las 25 fotografías (y sus lugares respectivos) que componen la muestra de En México (quizá el título sea el único desliz de la muestra) son de muchos de los lugares que suponemos: el Teatro Degollado, el Hospicio Cabañas, el Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional del Virreinato, el MUNAL, la Catedral Metropolitana, el Edificio Basurto… Y, en papel, tienen todos los componentes que se sospechan: una luz invasiva y hermosa, una proporción geométrica encantadora, muchos colores, mucho orden, técnica perfecta.

Sin embargo, hay algo que les da un carácter extraordinariamente contemporá neo, fuera de toda norma: quizá sea esa liviana quietud, en donde Höfer se sitúa más como una espectadora de la extrañeza de nuestro cotidiano que una retratista de lo muerto. Ninguno de los espacios carece de vida: parece que estarán a punto de estar poblados, y es esa combinación, entre soledad y vitalidad, la que hace que las fotografías florezcan extraordinariamente.