Sofía Probert cursa la carrera de Biología en la Universidad Autónoma Metropolitana campus Xochimilco, además de ser una artista reconocida por su obra con tintes políticos y activistas centrados en problemáticas socioambientales. Su trabajo ayuda a encontrar las relaciones entre lo individual y lo colectivo, al tiempo que sensibiliza acerca de la mirada humana ante el contexto vivo que la rodea. Sin más, aquí algunas de las ideas de esta talentosa artista mexicana.
¿Cómo combinas tus estudios de bióloga con tu labor artística?
Es curioso cómo creemos que las áreas de conocimiento están tan separadas entre sí. En mi experiencia, entender la biología y la enorme complejidad de la vida es un asunto artístico. Es un constante movimiento de inspiración para hablar sobre lo frágil que es la vida y lo mucho que me significa vivir. Ahí entran los lenguajes íntimos desde donde me expreso, especialmente desde este ejercicio de digestión, donde me asumo como un tipo de hormiga que puede detenerse a mirar su propia diminutez.
¿Te consideras una activista? ¿De dónde proviene ese interés?
Creo que el concepto de activismo me pesa… Los últimos años, con la posibilidad de usar las plataformas virtuales como espacio de encuentro, me he dado cuenta de que me apasiona la posibilidad de politizar las vivencias y las preguntas. Desde mi punto de vista, rechazar la indiferencia y ejercer una libertad política no me convierte en activista, sino en una persona para la que es importante tomar postura. El concepto de política se ha reducido a líderes ególatras y Estados ciegos que no me representan. Hay que reconstruir el concepto mismo, y para mí eso es desde lo colectivo, la crítica y la responsabilidad.
¿Cuál tendría que ser el compromiso de lxs adultxs de hoy para lograr una mejor calidad de vida para las futuras generaciones?
Me parece que dada la crisis ambiental que atravesamos, y en vista de que lxs niñxs crecen oyendo hablar de los muchos síntomas de la degradación planetaria, enseñar a habitar el contexto natural, desde todos los sentidos posibles, es una forma de resistir a la ecoansiedad. Todavía podemos escuchar pájaros y sentir el agua en la piel, así que aún tenemos mucho que agradecer y aprender a observar desde el cuerpo y el espíritu.
¿El arte puede ser un vehículo para “educar” a las personas sobre temas medioambientales?
El aprendizaje de los temas medioambientales se ha limitado a quienes aspiran a tener pláticas complejas, llenas de cientificismos y egos académicos que han cerrado el diálogo a la sensibilidad ambiental. El arte es un espacio genuino de libertad y vulnerabilidad, desde donde replantearse las conversaciones ambientales, que están en todos lados. No importa si es la música, la poesía, el dibujo o la danza: somos seres que necesitamos la sensibilidad tanto como el oxígeno, y por eso me parece que el arte es un vehículo para dialogar sobre problemas medioambientales y generar preguntas que nos ayuden a entender por qué estamos en una crisis, para empezar.
¿Qué les dirías a las infancias sobre la crisis ambiental que vivimos actualmente?
Les haría una invitación a que se enamoren de la naturaleza, y no solo de lo bonito: también de lo que nos asusta o nos parece extraño. Únicamente podemos defender lo que significa algo para nosotrxs y lo que amamos, así que vale la pena echar semillas hacia la ternura ambiental. Lxs invitaría también a observar mucho, a dibujar lo que observan y a ser conscientes de toda la vida que nos rodea y que somos. Asumir desde el cariño la realidad de que somos parte de la naturaleza y no poseemos nada de ella.
¿Cómo podemos abonar a este tema, en lo individual, en el intento de mejorar nuestros entornos?
Desde las cosas que siempre nos han dicho hasta tener un baño seco, hacer una composta con lombrices, sembrar la mayor cantidad de árboles y plantas que podamos (en las banquetas y en casa), reducir el consumo de carne, intentar no usar mucho el coche y viajar en avión nada más cuando realmente se necesite… pero para mí va mucho más allá. Se trata de cuestionar el sistema en el que vivimos y exigir justicia desde lo jurídico, lo político y lo económico. Ya estamos en una emergencia climática. Independientemente de a qué te dediques y cuál sea tu contexto, la salud del planeta nos tiene que importar porque es el único que tenemos.
¿Aún tenemos tiempo o ya estamos condenados?
La única condena es perder la esperanza. Para luchar tenemos que tener esperanza en el futuro. Queda mucho tiempo para hacer cambios y replantear la vida. Hay que cuidarnos y saber medir nuestra energía… A veces el miedo a la crisis no nos permite ni respirar con tranquilidad, y no se trata de perder la calma. Solo desde caminos cuidadosos se pueden sembrar semillas de resistencia que crezcan lo suficiente para florecer. Tenemos mucho poder como personas colectivas. Defendamos esa posibilidad.
Con respecto a la CDMX, ¿cuál crees que sea la problemática más urgente que debamos atender quienes aquí vivimos?
La indiferencia y la ceguedad. Hay tantas problemáticas ambientales y tan pocas personas respondiendo que es preocupante. Debemos asumir nuestra responsabilidad como humanxs pertenecientes a la crisis ambiental. Debemos asumirnos como personas que necesitan responder a lo que está poniendo en riesgo la vida. Necesitamos actuar, y no es cosa nada más de unxs cuantxs. Tenemos que unirnos y crear redes para la acción ambiental. No podemos seguir viviendo en la tibieza que nos imposibilita aceptar que hay un problema y responder frente a él.
¿Deseas agregar algo más para concluir?
Me gustaría decir que es importante recordar que la lucha climática ambiental , al igual que todas las luchas, es un ejercicio colectivo en el que tenemos que hacer todo en colectivo. La tristeza de ver un planeta lastimado es un proceso emocional que necesita hablarse y afrontarse desde la comunidad que supone la misma vivencia. Intentemos abrazarnos mientras entendemos lo que sucede. ¡Hay mucho que aprender de quienes nos rodean!
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