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Horariovie 20:30hrs, sáb 18hrs y 20:30hrs, dom 13hrs y 17:30hrs.Del 1 de julio de 2010 al 29 de agosto de 2010 Usuarios: |
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Por Sonia Cejudo
En pleno albor del centenario de la Revolución Mexicana, el Foro Cultural Chapultepec inaugura con una obra de uno de los forjadores del teatro mexicano: Roberto Usigli. En ella, Villa, Zapata, Madero y demás revolucionarios bigotones se dejan de lado, y los paisajes bélicos de adelitas y escopetas se sustituyen por el espacio íntimo de una familia que regresa al pueblo natal del padre en busca de mejores oportunidades.
Rechazado hasta por sus propios hijos, la vida de un experto en la revolución mexicana da un giro de 180 grados cuando la suerte literalmente toca a su puerta: un gringo a quien se le ha descompuesto el carro en medio del desierto norteño le pide asilo. En una velada en la que los conocimientos sobre el México revolucionario salen a relucir, el profesor de la universidad de Harvard, Oliver Bolton, confirma su hipótesis: un tal César Rubio fue el iniciador de las ideas de cambio. Pero hasta el profesor más positivista puede caer en un juego de palabras que le hace creer que ha hecho un enorme descubrimiento: el héroe que él ha rescatado del anonimato sigue vivo. Así la mentira va opacando la verdad y bajo ella se va forjando la vida de un Estado cuyas elecciones están por acontecer.
Pese a que fue escrita en 1938, el director Antonio Crestani ve la vigencia de esta pieza que en su momento fue censurada por el gobierno. Sus personajes no distan mucho de la realidad actual: un presidente municipal convenenciero (quien por cierto agrada al público con su actuación), un diputado local renuente, un representante del partido barbero, un hija enamoradiza, un hijo huelguista y una esposa que no sabe nada y que lo único que quiere es a su marido. La caracterización a través de un vestuario impecable y los juegos de luces sutiles ayudan a dar vida a los diálogos mediante los cuales la seducción del poder se enraiza poco a poco en cada uno de los personajes.
La acción, cabe decir, larga, propia de un teatro escrito en 1938, concluye con el discurso de un ex general revolucionario en proscenio que invita a quitarnos los sombreros, silenciar las cornetas, dejar de ondear las banderas y ponernos a pensar, aunque sea por un segundo, si es que alguna vez esta revolución tuvo héroes y más aún si es que alguna vez hubo revolución, pues ésta puede ser no más que la gesticulación de unos cuantos -o muchos- corruptos. Y ahora sí señores ¡Qué viva México!