Es imposible encontrarse con Juan Villoro y no preguntarle sobre los temas candentes del país, más porque es uno de los ciudadanos inmersos en la redacción de la nueva Constitución de la capital...
Hoy ya no se habla sino por costumbre, distracción o negación del 'Distrito Federal' y tú eres uno de los ciudadanos a los que el gobierno ha invitado para elaborar la nueva Constitución de la Ciudad de México. ¿Qué fue lo que te llevó a aceptar esta invitación y qué esperas?
Estoy escribiendo un libro sobre la Ciudad de México, que es un libro muy personal de memorias y de crónicas de 50 años en la ciudad y estaba pensando ponerle un punto final. Me costaba mucho trabajo porque la ciudad es infinita y obviamente no puedo captar todas las cosas que tiene. Y de pronto llegó la oportunidad de participar en la escritura no de un libro, sino de el libro de la ciudad, que es la Constitución, y me pareció un ejercicio fabuloso.
Creo que una Constitución debe ser un espejo en el que todos y todas nos podamos ver y nos sintamos incluidos. Debe ser un espejo moderno, que nos capte con nuestras diferencias y nos permita tener este sentido de la discrepancia en la unidad. Eso es lo que me llevó a participar.
"Una Constitución debe ser un espejo en el que todos y todas nos podamos ver."
El grupo es extraordinario porque es un grupo de ciudadanos que se han dedicado toda su vida desde distintos ángulos a trabajar por la ciudad y a reflexionar sobre temas de justicia, legalidad, etcétera. Es además un trabajo utópico porque nosotros vamos a hacer el proyecto que va a ir a dar a la Asamblea Constituyente, y ahí va a enfrentar la realidad, es decir, a los diputados. Son ellos quienes decidirán qué tipo de Constitución tendremos.
¿Qué característica profesional tengo yo para colaborar con la Constitución? Creo que lo único que puedo reclamar como una aptitud es que soy un lector. Me gusta pensar que estoy trabajando para que esta puede ser leída.
Has escrito que “a este país le hacen falta tres cosas: seguridad, justicia social y delanteros”.
Los grandes rezagos que tenemos tienen que ver con la violencia, con la falta de igualdad. Son dos rezagos extraordinarios. El historiador austriaco Friedrich Katz dijo que la única revolución del mundo que sigue teniendo vigencia intelectual es la mexicana, por una razón muy sencilla: sus principios no se han cumplido. Siguen siendo demandas diferidas. Mientras no haya haya justicia social, mientras no haya seguridad, la Revolución Mexicana seguirá siendo un lema vigente. De ahí que muchas fuerzas políticas reclamen su herencia: desde el Ejército Zapatista hasta el PRD, pasando por el PRI.
"Mientras no haya haya justicia social, mientras no haya seguridad, la Revolución Mexicana seguirá siendo un lema vigente".
Claro, la frase tiene un sesgo humorístico porque los mexicanos nunca hemos tenido suficientes delanteros en el futbol. Hemos tenido casos aislados como Hugo Sánchez, Luis García y ahora el Chicharito Hernández, pero nunca hemos tenido un buen ataque. Si la delantera de la selección nacional fuera más convincente, eso nos daría al menos una sensación emocional de fortaleza.
Tu novela El testigo narra la historia de un mexicano que luego de una prolongada estancia en el extranjero regresa a México para presenciar la alternancia democrática. Has residido en Berlín y en Barcelona, a la luz de esta novela y de los pasajes más recientes de la historia nacional, algunos de estos muy oscuros y trágicos, ¿cómo observas esta alternancia democrática?
Julio Valdivieso, el protagonista de El testigo, ha estado 24 años fuera de México, una cantidad de años bárbara. Sufre el síndrome de Ulises y quiere regresar a su tierra. García Márquez decía que los mexicanos no sabemos emigrar. Cuando él veía a un mexicano en el extranjero, se regresaba a México el próximo miércoles. No nos quedamos en los sitios, salvo la migración mexicana en Estados Unidos que convierte los lugares a donde va en un pequeño México, casi como si no hubieras salido del país. Pero el mexicano no tiene esta sed de aventura en general de irse a otro lado.
"El mexicano no tiene esta sed de aventura en general de irse a otro lado".
Mas este es un mexicano atípico, que trabaja en La Sorbona, tiene un año sabático y decide regresar junto con su esposa, una italiana, al país para ver cómo está cambiando este México en donde el PRI perdió las elecciones después de 71 años en el poder. La gran sorpresa de Julio Valdivieso en que en cierta forma el cambio está ocurriendo hacia atrás: un partido conservador empieza a poner en la arena pública símbolos católicos.
Hay una nueva sensación de la moralidad que parece anterior a la Revolución Mexicana. La pérdida de ciertos proyectos sociales que hacían que el país fuera o pareciera más progresista. Él mismo también comienza a meterse en el pasado. Entonces es muy curioso porque, queriendo encontrar el presente y el futuro del país, él acaba remontándose a varias capas del pasado. Una de ellas es la del poeta Ramón López Velarde, que en buena medida ha sido el poeta esencial de México, emblemático en muchos sentidos. Naturalmente la decepción de Julio Valdivieso ante la alternancia democrática es muy tenue comparado con lo que vino después.
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