¿De dónde viene el agua que llega a nuestra casa en CDMX?

El agua que llega a nuestros hogares, en efecto, proviene de las lluvias y se puede almacenar en ríos, lagos y cuencas, y otra parte se filtra en las capas de la tierra hasta llegar al subsuelo. Luego, el…

El agua que llega a nuestros hogares, en efecto, proviene de las lluvias y se puede almacenar en ríos, lagos y cuencas, y otra parte se filtra en las capas de la tierra hasta llegar al subsuelo.

Luego, el ser humano bombea el agua donde se alojó y también puede extraerla a través de la perforación de pozos. De acuerdo con agua.org.mx, “México recibe aproximadamente 1,489 mil millones de metros cúbicos al año de agua en forma de precipitación, de los cuales el 67% cae entre junio y septiembre, sobre todo en la región sur sureste (Chiapas, Oaxaca, Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Veracruz y Tabasco), donde se recibe el 49.6% de toda la lluvia”.

Sin embargo, hoy se sabe que está lloviendo menos en México y que los días son cada vez más calurosos. De acuerdo con el Reporte del Clima en México, enero de 2023 se clasificó como el 16º enero más seco de los registros históricos de lluvia, y como el 8º enero más cálido con 17.1°C, o sea, una diferencia de 0.6°C por encima de la temperatura promedio entre 1991 y 2020.

Puede que no parezca mucho, pero es un hecho que la temperatura está aumentando, especialmente en estados como Campeche, Coahuila, Nuevo León, Puebla, Tabasco, Tamaulipas y Yucatán, que registraron el 8° enero más cálido desde 1953.

Esa falta de lluvias tiene nombre: sequías, “un fenómeno natural que se manifiesta como una deficiencia de humedad anormal y persistente, que tiene un impacto adverso en la vegetación, los animales y las personas”, dice el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua.

A finales del año pasado, la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación anunció que 170 millones de personas en el mundo sufrirán sequías extremas “si la temperatura media mundial aumenta 3°C por encima de los niveles preindustriales”.

Actualmente, “el número y la duración de las sequías (en el mundo) han aumentado un 29% desde 2000”, según cifras de la ONU, lo que impacta a más de 2,300 millones de personas.

El Sistema Meteorológico Nacional (SMN) clasifica la intensidad de las sequías en cinco tipos, desde la menos riesgosa (Anormalmente seco o D0), hasta la más severa (Sequía Excepcional o D4), en la que la ausencia de agua provoca graves consecuencias como incendios, la pérdida de cultivos y “escasez total de agua” en ríos y arroyos, por ejemplo.

Según el más reciente Monitor de Sequía en México (MSM), con fecha de análisis del 31 de marzo de este año, aunque hubo lluvias que disminuyeron los efectos de las sequías presentadas en varias zonas del país, no fue suficiente para mitigar sus efectos. Incluso, el documento menciona el incremento de las áreas con “sequía de extrema a excepcional (D3 a D4) en partes de Guanajuato, Querétaro, Hidalgo y Veracruz, así como de condiciones anormalmente secas (D0) en Nayarit, Jalisco, Michoacán Guerrero, Tlaxcala, Puebla, Chiapas y Península de Yucatán”.

Las sequías también son sintomatología del incremento en la temperatura del planeta. Averiguar por qué cambia el comportamiento del ciclo del agua al punto de no llover por largos periodos de tiempo, es también un tema constituido por varios factores asociados —y otros no— con el cambio climático.

Aunque es complejo atribuir por completo la falta de lluvia a los efectos de El Niño y de La Niña, sí se ha cuantificado el cambio en las precipitaciones en los últimos años. En enero de 2023 se registraron 24.1 mm (litros de agua de lluvia por metro cuadrado) en las precipitaciones, o sea, un déficit de 8.1 mm, según datos del SMN.

Para comprender por qué ha cambiado la presencia de lluvias en el país es necesario revisar un aspecto esencial en el juego del ciclo hidrológico: el océano. De él depende, en gran medida, que llueva o no, porque es donde inicia el ciclo hidrológico, un proceso por el cual los acuíferos, ríos, lagos y otros cuerpos de agua recuperan el agua extraída.

El océano cumple varias funciones, como la de proveer de oxígeno a la atmósfera, y en estos momentos juega un papel crucial ante el cambio climático, pues absorbe las emisiones de gases contaminantes que provienen de las actividades humanas. Así que, a marchas forzadas, todo el tiempo está tratando de intercambiar gases de efecto invernadero por oxígeno.

Hoy se sabe que está lloviendo menos en México y que los días son cada vez más calurosos.

“Realmente el pulmón del planeta está en los océanos, porque ahí existen organismos que se conocen como el fitoplancton. Estos organismos sintetizan y liberan el oxígeno que respiramos realmente, independientemente de si vivimos cerca de la costa o en las grandes ciudades que están en el centro, como la Ciudad de México”, asegura Erik Coria Monter, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM.

Hasta ahora, los océanos han absorbido el 90% del calentamiento global, asegura la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés). Esto provoca que el agua de los mares se caliente y, con ello, cambie la forma en la que llueve en el mundo.

De acuerdo con la explicación de Adela Monreal Gómez, también adscrita al ICML de la UNAM, que el mar se caliente provocará cambios en la cantidad y la frecuencia de las lluvias. “Ese calentamiento del agua provoca que se generen más huracanes porque el agua está caliente, se evapora, se enfría después que sube una cierta cantidad de kilómetros en la atmósfera y luego se precipita”, explica la especialista.

Y un calentamiento desproporcionado influye en cómo llueve, si llueve donde no llovía, si llueve poco o nada, provocando una sequía, o si llueve mucho y causa inundaciones. Todo eso porque “el océano es regulador del clima local como producto de numerosos procesos hidrodinámicos de gran escala”, asegura Coria.

Un ejemplo de cómo se altera el océano como consecuencia del cambio climático podría ser El Niño o La Niña porque, aunque son fenómenos cada vez más difíciles de predecir, se entiende que el cambio en la temperatura del agua y la atmósfera es responsable de las lluvias y sus características.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) “es un fenómeno climático natural a gran escala que conlleva fluctuaciones en la temperatura del océano en las regiones central y oriental del océano Pacífico ecuatorial, además de cambios en la atmósfera suprayacente”.

Daniel Terán

La especialista de la UNAM lo explica de la siguiente manera: “Cuando hay Niño, los vientos se debilitan, y la corriente que generalmente va de América hacia Australia, si en Indonesia se invierte, ahora la corriente cálida va hacia América. Es un fenómeno océano-atmósfera donde la presión es como un vaivén o un subibaja”, ejemplifica.

“Este fenómeno de El Niño hace que durante el verano las lluvias sean mucho menores y que los días sean más cálidos y secos, entonces las lluvias se ven considerablemente disminuidas, como es el caso en el que estamos ahorita”, dice Coria.

En cambio, explica Monreal, en la fase fría del fenómeno en el océano, conocida como La Niña, se presentan lluvias de invierno que no son tan abundantes como sucedió a finales del año pasado y principios de este, sino que la mayor cantidad de precipitación se da en el sur del país.

Lee el reportaje completo aquí: Escasez de agua en la CDMX: salud urbana en riesgo

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